Una de cabestros
Núñez /Parada, Vázquez, Cepeda Toros de Carlos Núñez, discretos de trapío, flojos descastados; 5º, segundo sobrero, bronco, tan inválido como los dos a los que sustituyó. José Luis Parada: dos pinchazos y dos descabellos (silencio); perdiendo siempre la muleta, pinchazo y media atravesada caída (silencio). Pepe Luis Vázquez: pinchazo hondo tendido caído (palmas y también pitos cuando saluda); pinchazo bajo, otro hondo bajo perpendicular, rueda de peones y 14 descabellos (protestas). FernandoCepeda: pinchazo, rueda de peones, pinchazo, estocada corta atravesada, otra rueda de peones -aviso con retraso- y tres descabellos (silencio); dos pinchazos y descabello (silencio).
Plaza de la Maestranza, 26 de abril. 12ª corrida de feria. Cerca del lleno.
JOAQUIN VIDAL
Los cabestros salieron ayer dos veces al ruedo de la Maestranza para llevarse sendos toros inválidos al corral, y no se llevaron ninguno. Los aludidos toros inválidos se fueron al corral cuando les dio la gana. Los cabestros de la Maestranza constituyen una inutilidad manifiesta, y para hacer lo que hacen igual valdrían ellos que las cabras del tío Gervasio, con la sensible diferencia de que las cabras del tío Gervasio ensucian menos.
También habrían valido para cabestros los ejemplares que saltaron a la arena disfrazados de toros, con su hierro, su divisa, su número y demás condecoraciones que exornan al toro de lidia, pero sin el atributo esencial del toro de lidia verdadero, que es la casta. Un toro sin casta no da fiesta para el toreo, pero para cabestro quizá sí, y es sencillo convertirlo en tal especie: se le coge, se le castra, se le enseña la gayata, y no hace falta nada más, si ha de hacer lo mismo que los cabestros de la Maestranza.De manera que la corrida fue una de cabestros, y la padecieron aficionados y toreros, que seguramente no habían hecho nada malo para merecerlo. Y eso que los toreros pusieron mucha ilusión. José Luis Parada hasta se llegó a creer que uno de los más mansos toros de la tarde, el cuarto, podía tener faena. Era un manso de libro, de los que "aprietan para los adentros" (frase favorita de todo aficionado que se precie; algunos dicen preta pa los adentros, y quedan como más sabios), por lo que pasaba bien cuando Parada le toreaba por tablas y mal por el espacio exterior, lo cual no quiere decir que Parada acabara de entender tal circunstancia, pues le muleteó indistintamente por ambos lados y su trasteo quedó farragoso. El primero apenas tenía recorrido y, naturalmente, tampoco pudo lucirse, menos aún porque citaba con la muleta retrasada y metía el pico.Parecidos vicios técnicos aportó Fernando Cepeda en sus respectivas faenas, la primera a un toro de curioso pelaje. Era castaño albardado, y por la albarda, jabonero, aunque los programas de mano simplificaban y decían: "rubio". Con la misma falta de propiedad habrían podido llamar pelirrojo al sobrero colorao, y peinado con la raya en medio a un listón que apareció por allí.
El único toreo en la tarde, si se entiende por toreo parar-templar-mandar desde la naturalidad, lo interpretó un ratito Pepe Luis Vázquez, justo el tiempo que duró la embestida del segundo toro. Fue en dos verónicas y media de un quite y en dos impecables tandas de redondos. El quinto acabó bronco y no lo quiso ni ver.
En el turno del quinto ocurrió lo de los cabestros, que campaban por sus respetos, como las moscas. Salían sacudiendo esquilas, buscaban hierba por el arenal (o sea que, además de malos, tontos) y pegaban brincos cuando el cabestrero les enseñaba la gayata.
Uno llegó a ver, años ha, paradas de cabestros más disciplinadas que un batallón de coraceros de la reina, dicho sea con perdón y mejorando lo presente. Esas paradas arropaban al toro, de manera que un par de cabestros se colocaba a babor, otro par a estribor, otros a proa, había uno que iba de punta abriendo paso y varios de zaga, para evitar la huída del toro por retaguardia. Estos últimos eran los serviciarios peor tratados, pues olían el cagallón que echaban los de delante, siempre sueltos de tripas, pero nadie ha dicho que el oficio de cabestro sea fácil ni cómodo. Posiblemente eso es lo que les ocurre a los cabestros de la Maestranza: que son unos unos remilgados y están muy consentidos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.