El ámbito de la libertad
La riada de noticias que circuló hace diez meses como consecuencia de la suspensión -con una posterior bendición judicial en Cincinnatti- en la Coreoran Gallery de Washington de una exposición de fotografías de Robert Mapplethorpe -un artista de la cámara, muerto hace un año con poco más de 40- porque entre ellas había imágenes sexuales ciertamente nada convencionales, destapó como realidad lo que hasta entonces sólo era un rumor ambiental.No es que las actitudes puritanas e incluso moji atas gariaran terreno en la vida cotidiana de Estados Unidos -obra del reaccionarismo de la era Reagan- sino algo mas, un paso adelante y sin vuelta: que estas actitudes ya son parte de la ideología de las instituciones públicas, incluídos los tribunales de justicia. Y se confirmó que un grave recorte del ámbito de la libertad está seriamente amenazado en un país que se autoconsidera el país de la libertad.
La eventual -al parecer no tiene todavía carácter oficial, pero sí existe como amenaza inminente, según filtraciones oficiosas de la MPAA, institución que se está convirtiendo poco a poco en una censura encubierta- clasificación del filme Átame corno película 'X', es decir homologable a los llamados porno, confirma que aquel indicio no es invención de prestidigiadores de la información. Tal amenaza, de consumarse, superaría con creces al trislemente famoso Codigo Hays, que cuando Hollywood era Hollywood, hizo verdaderos estropicios en la libertad de creación de multitud de películas.
Un coito
Ni un sólo plano de Átame contiene los signos distintivos de una película de estas características. Pedro Almodóvar juega a posta, como jugó en Matador y en La ley del deseo, con algunos clisés o estereotipos de este género o subgénero cinematoaráfico, pero en esta ocasión lo hace unas veces en tono de burla -de burla blanca, como ecurre en las escenas de la parte de su filme que cuentan el rodaje del porno que dirige el personaje de Francisco Rabal- y en otras -la escena erótica entre Victoria Abril y Antonio Banderas- elude por completo la explicitud visual específica del cine 'X'.
Sólo desde la distorsión interior propia de una mentalidad puritana o desde la mogigatería pura y simple, puede hablarse en esta caso de pornografía. Si a estas alturas hay, que considerar en Estados Unidos como X a aquellas escenas en las que un actor y una actriz representan un coito sin otras evidencias que las de sus torsos, gestos y palabras, es que aquel síniestro código antes aludido, que frustró en el pasado infinidad de filmes, es -si tenemos en consideración las conquistas de estos tiempos- una reliquia liberal.
Babelia
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