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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Provocación escatológica

El universo fílmico propuesto hasta la fecha por el británico Peter Greenaway está constituido por la repetición, a menudo obsesiva, de una serie de temas y situaciones sobre los cuales planea su pasión por la geometría, por el enfrentamiento entre la falsedad de las convenciones y la realidad del poder como conspiración, urdida generalmente por mujeres que siempre manejan a unos hombres que poco pueden hacer para evitarlo.Estos vectores recorren todo su cine, que se despliega en la pantalla a partir de un no menos enfermizo sentido de la composición del encuadre, que acumula objetos y personajes según normas compositivas tomadas del terreno pictórico.

Se le puede objetar a este respecto que su cine es en exceso enciclopedista y acumulativo, y que tal afán integrador le hace descuidar reglas elementales de narración cinematográfica. Pero no es menos cierto que presenta una superficie fascinante y que ha sabido construir un estilo que le es por completo propio.

El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante

Director y guionista: Peter Greenaway. Fotografía: Sacha Vierny. Música: Michael Nyman. Gran Bretaña-Francia-Holanda, 1989. Estreno en Madrid: cine Alphaville.

Casi todo lo aquí expresado se puede aplicar a la película de largo título que nos ocupa. Lo que varía, y lo que hace de esta película un producto inusual en la trayectoria de Greenaway, es la adecuación de la puesta en escena a la transmisión de unos contenidos que, en este caso, no van más allá de la provocación excrementicia y antropofágica.

Hasta ahora, el director había optado por tomar una distancia, a veces irónica, otras gélida e inmisericorde respecto de lo que contaba, y sobre todo de sus personajes. Aquí, éstos, que se mueven sólo en tres interiores, sólo están para provocar en el espectador reacciones visceralmente primarias, lejanas en todo punto a las incitaciones humorísticas, algo frías y pedantes, propias de su cine anterior.

Que Peter Greenaway es un cineasta con recursos para proponer un universo sorprendente y personal, para hacer reflexionar sobre problemas que, como la representación, son comunes a varios terrenos del arte; que ha destacado incluso como el cineasta contemporáneo que más ha trabajado para hacer converger al cine con la pintura, es algo fuera de toda duda. Pero si lo que Greenaway pretendió con este filme es dar una vuelta de tuerca a una filmografía que ya empezaba a dar síntomas de agotamiento, no parece el terreno más apto a sus recursos el de la visceralidad y la escatología, el de la explicitación de sus intenciones mediante un formalismo tan fácil como estéril.

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