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CUESTIÓN DE CONFIANZA

El debate pone de manifiesto el divorcio del PSOE con populares e Izquierda Unida

El debate de la cuestión de confianza a la que se sometió ayer el presidente del Gobierno, Felipe González, consolidó el estado de las relaciones entre el Gobierno y CIU, CDS, PNV y Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), y mantuvo la distancia de la mayoría socialista con el Partido Popular e Izquierda Unida. Aunque el Gobierno ofreció el diálogo "para todos", y estos dos grupos recogieron la oferta genérica, en el curso del debate puso de manifiesto los serios resquemores y recíprocas desconfianzas.

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De este debate no se extrajeron propuestas concretas, sino la voluntad de acordar los asuntos que ya fueron tratados en la investidura de González el pasado mes de diciembre, al que se añadió ayer el proceso de integración de España en el mercado único europeo con vistas a 1993. Felipe González aseguró que desde la estabilidad de su Gobierno ofrece pactos y rechazó airado que su oferta se deba a la debilidad.Las nueve horas de debate por las que transcurrió la sesión de cuestión de confianza, que concluyó con 176 votos a favor (PSOE y AIC), 37 abstenciones (CDS, PNV y CiU) y 130 noes (lU, PP y Grupo Mixto), no lograron acaparar el interés de los parlamentarios, ya que en esta sesión el tedio sólo se disipó parcialmente con la intervención del presidente del PP, José María Aznar, las réplicas de Felipe González y las diatribas contra el Gobierno del andalucista Alejandro Rojas Marcos, que centró su intervención en el caso Juan Guerra. Una vez más, Felipe González tuvo que defender a su vicepresidente, Alfonso Guerra, proclamando que no había responsabilidad política.

La fluidez de las conversaciones con el PNV, CiU y CDS explican la inhibición de González de entrar en asuntos domésticos, a pesar de las llamadas de atención del Partido Popular, Izquierda Unida y el Grupo Mixto. Aznar se mantuvo también en el terreno de lo inconcreto, aunque expresado de forma muy hábil y manteniendo el tono de "alternativa de Gobierno" que inauguró en el debate sobre presupuestos.

Felipe González mostró ostensibles deferencias hacia los portavoces de CiU, PNV y CDS, así como al diputado canario Luis Mardones.

Adolfo Suárez, Iñaki Anasagasti y Miquel Roca no pusieron en dificultades a González. La naturalidad de estos tres políticos en acoger el sucinto discurso de González causó perplejidad, sin embargo, en el PP, Izquierda Unida y en el Grupo Mixto (Joseba Azkárraga, EA; Jon Larrínaga, EE; Vicente Martínez Lizondo, UV; José María Mur, PA, y Rojas Marcos, Partido Andalucista). Diputados de estos grupos comentaban jocosamente que González había tenido "graves omisiones" al no hablar de la crisis de la Bolsa de Tokio y de la situación en Lituania. González levantó la moral de su grupo, un tanto decaída por la mañana al no haber replicado uno a uno a los portavoces, sino que esperó a la sesión de la tarde, cuando abandonó el tono frío utilizado en su primera intervención y de forma briosa se dispuso a replicar a Aznar. González dijo al dirigente popular que "por dignidad de los ciudadanos" no iba a consentir que éstos reciban un mensaje según el cual el Gobierno "quiere dialogar por debilidad". Gonzáiez afirmó que de las palabras de Aznar "se podía deducir ese mensaje", y no estaba dispuesto a aceptarlo. González hizo su propio resumen de lo que pretendía al ofrecer acuerdos: "El Gobierno está dispuesto a gobernar, tiene estabilidad para hacerlo, y desde esa estabilidad puede llegar a compromisos para la resolución de los grandes problemas".

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