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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La sombra del ayer

LAS ELECCIONES en la República Democrática Alemana, con la victoria neta del partido democristiano (CDU) y de sus aliados, han abierto el camino para que la unificación alemana se haga por el camino más rápido, es decir, mediante una incorporación a la República Federal de Alemania que se plasmará -en el plazo de unos meses- en la unidad económica y monetaria: todos los alemanes tendrán como moneda única el marco occidental. Ayer se alcanzó el acuerdo entre la derecha y los socialdemócratas del SPD para formar Gobierno, un paso que acelerará aún más el proceso. Las condiciones del SPD para colaborar en la nueva etapa fueron las del reconocimiento de las fronteras actuales con Polonia, la inviabilidad de que fuerzas de la OTAN se instalen en la RDA y la preservación de los beneficios sociales.El canciller Kohl se precipitó al interpretar el triunfo de sus compañeros de ideología como una baza decisiva para las elecciones generales de diciembre, en las que se decidirá su mantenimiento en la cancillería. La victoria del SPD el domingo pasado en un land de tradición democristiana como Schleswig Holstein después de su triunfo arrollador en el Sarre indica que los resultados de los comicios son, hoy por hoy, imprevisibles.

En 1990 se están desarrollando simultáneamente dos procesos, cada uno con exigencias contradictorias: la unificación alemana y la campaña de las elecciones generales, con la exacerbación de la pasión política que implica. Esa coincidiencia puede ser fuente de problemas si se sigue manifestando en Bonn, como ya ocurre, una tendencia a instrumentalizar los problemas de la RDA en función de los intereses de partido en un período electoral.

El peligro es aún mayor a la luz de las dificultades surgidas en la RDA poco después de las elecciones, y que han retrasado la constitución del Parlamento y la creación del nuevo Gobierno. Esas dificultades fueron un efecto de las sombras que el pasado reciente proyecta sobre la nueva Cámara. Se han publicado datos según los cuales unos 40 diputados recién elegidos han podido ser colaboradores de la antigua policía política comunista, la temida Stasi. Este escándalo ha cobrado una amplitud preocupante no sólo por esa cifra tan elevada, sino porque entre los afectados se halle el jefe del CDU, Lothar de Maíziere, designado para dirigir el nuevo Gobierno, e Ibrahim Boehíne, presidente del SPD de la RDA, que ha decidido dejar provisionalmente su cargo. Al afirmar su inocencia desea, antes de seguir en su actividad política, que un tribunal pueda limpiarle de toda acusación cuanto antes. No cabe duda de que los métodos de la Stasi, que tenía en sus fichas a cerca de la mitad de la población, se prestan a que aparezca en los archivos policiales toda clase de nombres. Por otra parte, la rapidez del hundimiento del régimen comunista ha facilitado que la formación de los nuevos partidos se haya hecho sin muchos controles. El CDU, que ahora apoya Kohl, dimana directamente del fantasmal partido del mismo nombre que durante 40 años fue un satélite del régimen de Honecker, y del que sólo se desgajó en vísperas del derrumbe.

El acuerdo de gobierno entre el CDU y el SPD de la RDA es una buena noticia. No cabe duda de que, para una etapa tan compleja como la que se ha iniciado, la fórmula de un Gobierno de gran coalición con la democracia cristiana, los liberales y el SPD es la más adecuada. Las etapas de transición requieren un mínimo de lucha entre partidos y un máximo de cooperación en tareas de envergadura nacional. Por otra parte, para que los compromisos internacionales que una Alemania unida debe asumir tengan una validez absoluta, que no pueda ser puesta en cuestión, es muy importante que exista en la RDA un Gobierno de consenso mayoritario.

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