Apuntes sobre un sistema financiero público vasco
La reciente polémica suscitada entre el Banco de España y el Gobierno vasco en torno al carácter y a la interpretación que las instituciones financieras en general y las vascas en particular han de hacer de las recomendaciones del Banco de España, así como la propuesta que realizó el Gobierno vasco de creación de un banco, llamémosle central, es, a juicio del articulista, artificial y requiere una explicación detallada y fundamentada de los posicionamientos al respecto.
Como introducción y, sin ánimo de profundizar es preciso señalar que la Administración vasca tiene amplias competencias en materia financiera derivadas de un sistema de financiación contenido en la ley de Concierto Económico. Igualmente dispone de atribuciones estatutarias para la ordenación del crédito, banca y seguros, dentro de las bases que se establezcan para el conjunto del Estado.En este contexto, a nadie puede extrañar que se pretenda para el sector público vasco una institución que, lejos de ser una banca universal, estaría llamada a ejercer las funciones de banco del Tesoro vasco y de banco de bancos o, más exactamente, de cajas. Obsérvese que no he mencionado para nada las funciones de emisión y de control de las reservas, que son las otras dos grandes tareas de un banco central. Así pues, de lo que estoy hablando es de un banco del Tesoro vasco, y por extensión, de todo su sector público, y de un banco de las cajas vascas. Pues bien, en las líneas que siguen voy a fundamentar el porqué de este diseño institucional.
Como es de sobra sabido, una de las consecuencias prácticas de la obra teórica de Keynes fue el abrir paso a un comportamiento anticíclico del sector público, que dejó de sujetarse a vetustas normas de sanidad financiera, como la del presupuesto equilibrado. La nueva hacienda compensatoria se dotó de instrumentos de estabilización automática (impuestos flexibles, subsidios de desempleo, etcétera), y cuando resultó necesario acentuó incluso discrecionalmente sus saldos presupuestarios. Todo esto se contempla normalmente desde el lado real de la economía (efectos sobre la demanda y la asignación de recursos), pero frecuentemente se olvida la vertiente financiera, que es, como siempre, la otra cara de la moneda. Y cuando digo esto no puedo menos que recordar la figura de un eminente banquero ya fallecido, Aguirre Gonzalo, que siempre mostraba una comprensión tan clara como llana de ambas vertientes cuando reclamaban del Estado grandes inversiones públicas, al tiempo que reconocía que el déficit público mantenía los beneficios bancarios. En efecto, el papel compensador del sector público supone la generación de un elevado volumen de pasivos financieros que deben acabar figurando en las carteras de las instituciones financieras, de las familias y de las empresas. Cuando el sector público tiene una dimensión importante, -luego argumentaré que ése es también el caso vasco, los pasivos se reparten entre todos los agentes; es ahí precisamente cuando se produce el efecto de sostén de beneficios de que hablaba Aguirre Gonzalo, porque la banca suscribe directamente o intermedia en la colocación de los títulos públicos. Pero de entre todos esos agentes me interesa destacar el papel de uno de ellos: el del Banco Central.
Crédito al sector público
A tal efecto he recogido en el cuadro adjunto una reordenación del balance del Banco de España en dos fechas entre las que media el impacto de la crisis. De él sólo comentaré muy brevemente el cambio que experimenta el crédito concedido al sector público, que aumenta casi 11 puntos, y la propia importancia del mismo. ¿Qué quiere decir esto? Pues ni más ni menos que hay una parte importante de los flujos que se canalizan a través de una institución singular y, sobre todo, que hay una institución especializada, por decirlo así, en el sector público. Este cliente tiene la peculiaridad de que sus negocios van bien cuando los del resto van mal. De ahí que el crédito otorgado a través del sistema crediticio reduzca su peso. Ni que decir tiene que ese cliente que se permite expansionar sus negocios cuando los demás están plegando sus velas lo hace porque, como diría el profesor Minsky, detrás de ese peculiar negocio están los impuestos.
A estas alturas de mi exposición no me resulta difícil argumentar que el País Vasco tiene sus impuestos, casi todos los que son significativos en el sistema tributario, y que tiene, o ha de tener en un futuro próximo con la transferencia de la Seguridad Social, más que eso: un sector público autónomo cuyos recursos corrientes superen el 30% de su producto interior bruto. A este respecto no se puede menos que concluir que sería absurdo que los flujos financieros de este sector público estuviesen enteramente en manos del sector privado.
La otra función básica que he destacado de nuestra institución financiera pública es la de ser banco de cajas. No voy a recurrir ahora al fácil expediente de recordar machaconamente las competencias exclusivas en la materia, sino que, en una dirección distinta, voy a servirme en alguna medida del ejemplo del sistema financiero americano para ilustrar esta cuestión.
La ceguera de la política monetaria, sus efectos indiscriminados, han sido siempre un lugar común. Ceguera ante los agentes, ante el carácter especulativo o no de sus actividades, ceguera también espacial. Rápidamente se me dirá que el espacio no es problema cuando se cuenta con una banca a lo largo del país. Precisamente la inexistencia de una banca así en Estados Unidos está en el origen de la peculiar estructura de su sistema de banco central. En efecto, no se puede conseguir un dinero flexible que responda a las necesidades reales de la economía en un sistema bancario compartimentado, a menos que se tenga en cuenta tal circunstancia. El sistema de la Reserva Federal (FE) trató de dar respuesta a esta circunstancia con una estructura multipolar -12 bancos- y un instrumento de política económica apropiado, el redescuento, hoy abandonado a favor de las operaciones de mercado abierto, cuyos efectos regionales son cada día de mayor estudio a pesar del carácter fuertemente descentralizado del FED.
Al margen de la banca
Pues bien, también nuestro sistema bancario está compartimentado por la clara vocación regional de las cajas vascas y la presencia de una fuerte entidad de crédito cooperativo: casi la mitad del crédito otorgado al sector privado en el País Vasco discurre al margen de la banca privada. Esta circunstancia, inscrita en un contexto de fuerte recuperación coyuntural de la economía vasca, que por cierto lleva un claro retraso sobre la de la economía española, y de establecimiento de límites cuantitativos al crédito por la autoridad monetaria, pone de manifiesto la potencial falta de elasticidad de la política monetaria, lo que, aun suponiendo un comportamiento eficaz de esa banca a lo largo del país, revela falta de consistencia en el diseño global del sistema.
Creo que debería resultar innecesario reiterar que nadie cuestiona la política monetaria, pero visto que hay interpretaciones alarmistas de la lógica pretensión de la Administración vasca de que los fondos del coeficiente de caja de las cajas vascas estén inmovilizados en una institución proppia, voy a finalizar abordando esta cuestión. Y nunca hubiera dispuesto de mejor pie para ello que la reciente modificación del coeficiente de caja.
Pretensión improcedente
Repárese en que se está tachando de improcedente nuestra pretensión, justamente al mismo tiempo que se reconoce que casi dos tercios de los activos de caja constituyen un impuesto implícito que no ha servido sino para financiar al sector público. Nuevamente nos encontramos, pues, con el sector público, sobre el que no cabría sino reiterar los argumentos ya expuestos. Además, el coeficiente de caja que queda tras la reforma se aproxima a lo que se considera su tramo técnico, razón de más para que en el ejercicio de las competencias de la Administración vasca evitemos desvincularnos del mismo. Y ello no significa desconocimiento alguno de la instrumentación de la política monetaria, en concreto del carácter imprescindible del coeficiente para el control de la variable. La adecuada coordinación técnica haría posible cohonestar el eficaz funcionamiento de la política monetaria con el depósito de los activos de caja de las cajas vascas (a mediados del año pasado superaban los 170.000 millones de pesetas) en el banco público vasco. Podría extenderme más en el comentario de otros aspectos que no he tenido ocasión de mencionar, pero ello no es posible ya en esta colaboración. Sólo quiero finalizar diciendo que instituciones que guardan algún paralelismo con la que se propone se pueden encontrar en lugares próximos a nosotros sin necesidad de invocar el carácter singular del sistema americano. Así, por ejemplo, la figura de los Landesbank-Girozentrale en Alemania Occidental, que ejercen además funciones de banca universal. Mirar al entorno puede también aquí romper muchas barreras psicológicas, y los ejemplos de los que se puede aprender son muy concretos, entre otras cosas porque los Estados de estructura compuesta -si de verdad se pretende que el nuestro sea tal- no son tan frecuentes. ¿A qué otro sitio mirar que no sea a la República Federal de Alemania o a Estados Unidos?
es consejero de Hacienda y Finanzas del Gobierno vasco.
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