Del mal, el menor
He leído el excelente artículo El nudo cubano, de mi compatriota René Vázquez Díaz, publicado en EL PAIS el 2 de marzo. Me creo con derecho a responder, pues el señor Vázquez Díaz cita a José Martí, a Alejo Carpentier y a mí mismo para reforzar su tesis, y, desgraciadamente, de esos escritores el único que aún vive soy yo. La tesis de Vázquez Díaz es sencilla. Según él, no puede llegarse a la democracia en Cuba por la falta de ejemplos estimulantes en América Latina y por la prepotencia de Estados Unidos. Según el escritor "naturalizado sueco", sólo nos quedan dos alternativas: o el comunismo o la casa de putas, controlada, desde luego, por Estados Unidos.Vázquez Díaz duda de que en Cuba pueda haber una perestroika o surgir un sindicato como Solidaridad cuando en Argentina han "desaparecido 30.000 seres humanos" y en El Salvador "han sido asesinados 70.000- (las cifras son de Vázquez Díaz). Ciertamente, en los países comunistas ha habido más víctimas; sólo durante la época de Stalin, en la Unión Soviética perecieron más de 10 millones de personas; tal vez eso haya sido un estímulo en favor de la democracia, ya que alparecer el comunismo no resuelve el problema de la supervivencia. Tampoco se puede enarbolar el hecho de que los países del Este estaban rodeados de democracias que les brindaban un buen ejemplo. Al contrario, esas democracias colaboraban con esos Gobiernos totalitarios y el] gran medida los intelectuales libres han silenciado los crímenes que se han cometido contra esos pueblos. La inmensa mayoría de los intelectuales de los países democráticos ha sido cobarde y oportunista ante las matanzas que tenían lugar en los países comunistas- era de mal gusto denunciarlas, y además no era rentable. Espero que de ahora en adelante los intelectuales del mundo libre tengan la perspicacia de poder combatir las tiranías comunistas antes de que las mismas desaparezcan.
Tampoco es sensato pensar que el pueblo cubano, porque haya tenido siempre unos Gobiernos corruptos (incluyendo a los capitanes generales españoles del siglo XIX) tenga que estar condenado a la dictadura. El fatalismo de la historia y, de las fronteras no funciona cuando un pueblo puede elegir su destino. Lo acabamos de ver en Lituania, en Chile y en Nicaragua, donde el pueblo hacía casi 100 años que no podía votar libremente y, sin embargo, eligió la democracia con todos los riesgos, pero con su indiscutible libertad. Hace dos años redacté (con el pintor Jorge Camacho) una carta abierta a Fidel Castro, en la cual se le pedía que celebrase un plebiscito; la carta fue firmada por cientos de intelectuales del mundo entero, incluyendo seis premios Nobel. Castro reaccionó violentamente, a través de sus medios de prensa, insultando a los firmantes, llamándolos degenerados "que han olvidado el delantal indio de sus madres", "agentes de la CIA" e "hijos de puta...". Obviamente, Castro le teme a la consulta popular; más astuto que el general Pinochet y que el comandante Ortega, sabe que un dictador no puede celebrar elecciones libres, pues las pierde.-
Escritor cubano residente en Nueva York, pero no naturalizado norteamericano.
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