Banderillazos
JOAQUIN VIDAL ENVIADO ESPECIAL La inevitable corrida de los banderilleros -que llaman- tocó en Valencia ayer y resultó desmesuradamente larga. Decir que la corrida de los banderilleros resultó desmesurada mente larga quizá produzca una impresión equívoca de lo acaecido. Así que menos lobos. En realidad, la corrida de los banderilleros no es corrida en su otra acepción sino en esta, y ni siquiera es de banderilleros; si acaso, de matadores que pegan banderillazos.
En la mal llamada corrida de los banderilleros, lo más probable es que se vea de todo menos banderillear. Depende, claro, de qué se entienda por banderillear. Si es pegar banderillazos a lo que salga, bueno: cumple su función; pero si es banderillear según la tauromaquia dicta y la estética agradece, lo que ahí sucede no se parece ni por el forro. Dicho sea, por supuesto, con algunas salvedades que se podrían hacer, si los banderíllazos se analizan con lupa. Pues, por ejemplo, Mendes suele reunir el par desde la frontal del toro, y eso tiene un valor; Morenito siempre reserva unos instantes de emoción para el quiebro pegadito en tablas, del que escapa ileso casi por milagro,, y El Soro ejecuta un par de su especialidad aún sin definir, pues están divididas las opiniones entre si es el par del tirabuzón o el del molinillo.
Cardenilla / Morenito, Mendes, Soro
Cinco toros de La Cardenilla y 49 sobrero de Moro hermanos, con romana, inválidos, sospechosos de pitones, de poco juego. Morenito de Maracay: pinchazo y estocada corta atravesada (ovación y saludos); estocada caída y descabello (oreja). Víctor Mendes: dos pinchazos y estocada (silencio); metisaca bajo (ovación y salida al tercio). El Soro. pinchazo y bajonazo (oreja con algunas protestas); pinchazo hondo caído, rueda de peones y dos descabellos (palmas). Plaza de Valencia, 11 de marzo. Segunda corrida fallera.
Aquello de encontrar toro con en cualquier parte del ruedo, ganarle la cara de poder a poder -o por los terrenos de dentro, o por los de fuera, o de frente, o al quiebro, o al sesgo, o simplemente al cuarteo-, juntar las zapatillas, reunir frente a los pitones, clavar arriba y salir andando, eso es otra historia. De 19 pares de banderillas que prendieron ayer los matadoresbanderilleros en su corrida, ni uno fue así. Porque, con las salvedades dichas, todas las veces tenían que aparcarles el toro donde pudieran hacer la maniobra,con facilidad, buen trajín de peones empeñados en la tarea, un carrerón para reunir y luego que reuniera su tía, porque prendían a cabeza pasada; otro carrerón para escapar de la quema. Y al final, muchas reverencias y saludos triunfales como si hubieran puesto el par del siglo. El Gordito de la prehistoria táurica o Pepote Bienvenida, maestro del arte de banderillear en la edad contemporánea del toreo, no habrán saludado tanto en toda su carrera que estos matadores-banderilleros en cualquiera de sus corridas, sin ir más lejos la de Valencia, ayer.
Voluntariosos sí son los matadores-banderilleros, y hacen lo que pueden. Ayer pudieron poco en los últimos tercios, por culpa de la ruina del ganado, que salió casi todo mocho, resultó pelín descastado, estaba tullido, y en tan lamentables condiciones era natural que apenas embistiera o se cayera patas arriba cuando el torero le obligaba a humillar, según hizo Víctor Mendes al correrle muy bien la mano al quinto.
Morenito de Maracay sacó pases al cuarto, los hubiera o no (que no solía haberlos); El Soro se tiró de rodillas ante el tercero y hasta le pegaba cabezazos (el mundo al revés), y en los restantes toros, que se revolvían peligrosos, los tres espadas resolvieron la papeleta con pundonorosa entrega. Lo cual pudo ser apreciado por el público, o acaso no, pues el asunto de los banderillazos le había puesto a cien, y a cien, ya se sabe lo que pasa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.