Violeta Chamorro, la inexperiencia al poder
La presidenta electa, ante la oportunidad de conciliar los intereses del pueblo de Nicaragua
A. C. J. J. A. ENVIADOS ESPECIALES La inexperiencia al poder. Hasta la saciedad la han comparado con Corazón Aquino y con Benazir Bhutto, pero no hace falta conocer demasiada historia de aquellos dos países pira saber que ambas han tenido más participación política que Violeta Barrios de Chamorro. La nueva presidenta electa de Nicaragua es una mujer generosa, entregada a su país, firme convencida de los valores de la democracia y la libertad, querida por su pueblo, pero carente de muchas de las cualidades que deben acompañar a un buen político.
Es la viuda de Pedro Joaquín Chamorro, el principal mártir de la dictadura somocista, y es precisamente esa desgraciada condición la que le confirió los méritos suficientes; para ser utilizada políticamente, primero por los sandinistas, después contra los sandinistas.El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) echó mano de ella cuando, después del triunfo revolucionario de 1979, quiso integrar una Junta de Gobierno donde estuviera representada la tradicional clase alta nicaragüense. Violeta Chamorro lo es hasta la médula. Hija de un rico terrateniente del sureste del país, nació hace 60 años en la ciudad de Rivas, en el seno de una familia católica que la marcó para siempre.
Familia es el concepto clave en el pensamiento de Violeta Chamorro. Su familia fue siempre el motivo de sus desvelos, y su familia es ahora la razón de sus principales preocupaciones. Uno de sus hijos, Carlos Fernando, dirige el órgano oficial del FSLN, Barricada; otro, Pedro Joaquín, ha sido uno de sus asesores de campaña y fue en el pasado miembro del directorio de la contra; otra, Cristiana, es directora del periódico del que la misma Violeta es propietaria, La Prensa, y la última, Claudia, es la esposa del actual embajador de Nicaragua en Madrid.
Cariño popular
Todos son buena gente, aunque están un poco desbordados por el significado enorme de su apellido en la vida política de Nicaragua desde hace un siglo. La madre es de carácter educado, pero enérgico, y no siempre es capaz de conciliar los intereses políticos encontrados de sus hijos.
Ahora tiene oportunidad de conciliar los intereses del pueblo nicaragüense, que la quiere y confía en ella. Cuando la doña, como la llaman cariñosamente, recorría estos días el país a bordo de su carroza blanca, toda ella vestida de blanco, dando instrucciones con su bastón como una cascarrabias, recordaba a la Blanca Paloma. Su trono también se movía a veces por los empellones de los fieles que querían tocarla.
A pesar de su alta procedencia, demuestra comprender las necesidades de los más humildes y les habla con el lenguaje llano que ellos entienden. En contraposición al tradicional mensaje algo hueco de dignidad y nacionalismo que utilizaban los sandinistas, las palabras de Chamorro impactaban porque hablaba de las dificultades que pasa cada cual y de lo que cuesta sobrevivir en este país.
Lo cuenta con poca brillantez, eso es cierto; con errores de lectura y con problemas de dicción -hasta el punto de que sus asesores han limitado al máximo sus entrevistas con la Prensa-, pero a los nicaragüenses, por el momento, no les importa.
El mayor mérito de Violeta Chamorro en este momento de la historia de Nicaragua ha sido, sin duda, el hecho de haber aglutinado en torno suyo una coalición de 14 partidos que hasta hace pocos meses encontraban serios problemas para firmar comunicados conjuntos. Detrás de Violeta han marchado bastante disciplinadamente todos los que querían derrotar a los sandinistas: desde los comunistas hasta la extrema derecha. En la medida en que esa Unión Nacional Opositora (UNO) siga siendo unión después de que acceda al poder, el próximo 25 de abril, será más fácil el gobierno de Violeta Chamorro.
Pero hay un partido que no figura abiertamente en esa lista de 14 asociados de la UNO, hay un partido que no tiene siglas, pero que va a tener todo el poder en el próximo Gobierno: la familia Chamorro. Obviamente, no Carlos Fernando, que probablemente seguirá en Barricada, ni Claudia, que volverá a Managua; pero sí Pedro Joaquín, y sobre todo Cristiana.
Cristiana es una hermosa mujer de 35 años que le ha dado a La Prensa el tono radical y enérgico que ella misma utiliza en sus conversaciones. Es fría, inteligente y segura de sí misma. Su marido, el empresario Antonio Lacayo, ha sido el jefe de campaña de Violeta, y tiene la llave que da acceso a la presidenta electa.
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