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Falla, visto por Barceló

Triunfa en París la representación de "El retablo de maese Pedro"

Un notable éxito de crítica y público ha acompañado, del 13 al 22 de febrero, las representaciones en París de El retablo de maese Pedro, ópera creada en 1928 por el compositor español Manuel de Falla y ahora de nuevo puesta en escena en la ópera Cómica con el aliciente de haber sido encargados los decorados y figurines al pintor español Miquel Barceló (Felanitx, 1957). El programa operístico completo ofrecido en la sala Favart fue completamente español, pues, además de la citada pieza musical de Falla, hubo una primera parte dedicada a L`heure espagnole, de Maurice Ravel, otro precioso juguete musical cuyo argumento narra las cuitas de un relojero toledano y su casquivana esposa, aunque con un decorado en este caso encargado al escultor francés Arman.

Desde el punto de vista escenográfico, la verdadera hora española no fue, sin embargo, la que con ese título de la comedia musical de Ravel concibió Arman, fascinado más por la relojería, una verdadera pasión cartesiana, que por Toledo, sino la de Miquel Barceló, que arma un tinglado imaginativo y pasional nada tópico. Precisamente, una de las mejores virtudes de su escenografía es que en absoluto cae en un tipismo barato, como él mismo quiso subrayar en unas declaraciones al diario parisiense Libération, donde, entre otras cosas, afirmaba detestar "esta profesionalización de España" y todo tipo de clichés folclóricos.Desde luego, Barceló logra apartarse de la españolada, aunque lo hace de una forma paradójicamente muy española, además, naturalmente, de muy personal, recreando en escena todas sus mejores virtudes plásticas. Por de pronto, siguiendo la estela de esa visión valleinclanesca de España como un corral, Barceló concibe el conjunto como un inmenso palomar. Siendo gallinas y palomas igualmente aves, el cambio tiene, empero, desde mi punto de vista, una significación ética y estética, porque nuestro joven pintor mira a España sin voluntad regeneracionista.

Para Barceló, en efecto, España es ese inmenso mapa peninsular que ha pintado, todo blanco y con esas protuberancias matéricas características de su modo de hacer, como telón de fondo, un mapa, por lo demás, atacado visualmente desde una perspectiva africana y en el que se produce una fuga en profundidad mediante una diagonal muy barroca, que recuerda la composición de La balsa de la medusa, de Gericanet.

El mapa peninsular, pues, como un inmenso estandarte blanco que flamea en lontananza, abarcando una escena toda ella convertida en un inmenso palomar, que contiene entremezclados a los miembros de la orquesta, a los figurantes que montan la tramoya de marionetas del maese Pedro, a los espectadores que, con Don Quijote y Sancho Panza a la cabeza, asisten, según el relato cervantino en el que está inspirada la ópera de Falla, a la representación, que éstos ofrecen en una posada, del rapto de Melisendra y su liberación, y, en fin, a esos otros espectadores actuales que ven ahora en el teatro parisiense el montaje que estamos describiendo.

Todos aparecen mezclados en una fantástica confusión ilusionística, y todos ellos, salvo los que ahora se sientan en el patio de butacas (y éstos, pienso, limpios más por razones funcionales que estéticas) manchados con los excrementos blancos de las palomas.

Palomas

Caen algunas plumas blancas durante la representación y, antes que la música de Falla dé comienzo, se oyen los zureos de las palomas. Mapa blanco, trajes blancos de la troupe del maese Pedro, desnudo blanco de la adolescente que sale de la larva al final del enredo, residuos excrementicios blancos amontonados por el suelo o cubriendo como nieve las libreas de los músicos de la orquesta, los trajes de los demás participantes en la obra y casi todo lo que hay en la escena.

Blanco es también el gran lienzo de tela en el que Barceló ha dibujado, que se enrolla y se desenrolla como las cintas narrativas de los romances de ciego, y blanca es la voz del niño que en un largo recitativo presenta el espectáculo del maese Pedro, voz que debe tener el registro infantil de una soprano muy chillona.

En toda esta blanca acumulación de materia el aficionado a la pintura de Barceló descubrirá de inmediato la fastuosa realización de un monumental cuadro. Esto es así, y déjenme decirles que, como tal cuadro, es de una belleza sobrecogedora. Éste no es, sin embargo, un cuadro cualquiera, singular tan sólo por sus espectaculares dimensiones, sino que es "un cuadro viviente" (tableau vivant) o un retablo viviente.

El cuadro o retablo vivientes está basado en una ópera, según Poulenc, irrepresentable. De hecho, las representaciones primeras tuvieron lugar en los salones privados de la princesa de Polignac, como juegos escénicos entre amigos entusiastas. El mérito de Barceló consiste en hacer viable la representación de lo impresentable, invirtiendo perspectivas, imaginando soluciones y, sobre todo, dando rienda suelta a la poesía imaginativa que emana de la idea y de la música de la ópera de Falla.

Un todo blanco

F. C. S El todo de Barceló es un todo blanco, excepción hecha del contrapunto de los insectos pequeños y gigantescos que pululan por la escena, que son, como corresponde, de un brillante negro con irisaciones verdosas. El diseño de estos insectos es una maravilla como diseño, como escultura y como máquina articulada, en la mejor línea romántico-surrealista: como si hubieran salido de la imaginación de un Hoffmann y/o de un Dalí.

Salvo la decoración de una gran cúpula en Barcelona, nunca hasta ahora Barceló había tenido la menor relación con el mundo del teatro. Éste ha sido un en cargo de Claude Picasso, que nos ha permitido comprobar, una vez más, el extraordinario talento poético de nuestro más afortunado joven pintor, que parece hallarse en estado de gracia.

La obra de Falla, embadurnada de blanco y animada por el toque mágico de fantásticas criaturas, se convierte así también en un festín visual, en un retablo total, donde vuelan palomas y danzan aristocráticos insectos sobre el fondo de una piel de toro blanca, como en un rito sagrado o en un sueño. Ha sido un éxito emocionante, que, tras representarse en París, recorrerá otras ciudades europeas y americanas.

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