Monteverdi en los conciertos universitarios
Me parece acierto sumo de la universidad Autónoma la programación del Orfeo, de Claudio Monteverdi, favola in música representada en el Palacio Ducal de Mantua por vez primera el 24 de febrero de 1607. Con esta pieza inconmensurable retomamos a las fuentes de la música dramática en una de sus más egregias consecuciones.La obra de Monteverdi presenta mil dificultades interpretativas por su mismo carácter abierto, en el que es necesario precisar la orquesta y ahondar en los estilos vocales para darnos no la realidad histórica, cosa siempre discutible, sino la verdad aproximada de una belleza artística. Moderna por la manera de asumir el drama en su significación y en su valor textual; por su organización temporal, por el proceso creciente de tensión en el que juega papel preponderante el coro, la genial invención de los recitativos y el propósito consciente y plenamente logrado de reflejar las pasiones y moper los afectos.
Coro Madrigal y Camerata de Budapest
Director: F. Székeres. Principales intérpretes: G. Kállay (Orfeo), J. Pászthy (Eurídice), K. Takács (música, mensajera, Esperanza, Proserpina), T. Bátor (Caronte, Plutone) y R. Mezei (Apolo, pastor). Auditono Nacional. Madrid, 17 de febrero.
El inusicólogo Rafael Mitjana, que estaba en todo, leyó en el Centro de Estudios Estéticos de Upsala el 7 de diciembre de 1909, una preciosa conferencia sobre Monteverde y los orígenes de la ópera italiana que constituye un modelo de anticipación en el criterio y en la dosis de comprensibilidad.
En ella elogia "el color pastoral y geórgico y el sentimiento de la naturaleza" del compositor al cantar no sólo al héroe, sino también al poeta, al vate, "cantor primitivo de las soledades, de los bosques y de las rocas, de los po deres elementales y vagos con los que parece vivir unido en íntima comunión", el personaje y su gran musicalizador a través de su largo repertorio de melancolía Antes incluso de conocer el amor de Eurídice -escribe Mitjana- "Orfeo, era el soñador errante aquel que, según decían los pastores, sus compañeros y amigos, sólo se nutría de suspiros y se desalteraba con sus lágrinias".
Para llegar a tales expresiones existen diversos caminos, desde el que podríamos denominar intuitivo hasta el de más exigente erudición histórica, pero lo que importa es damos viva la fábula y los sentimientos que comporta transmutados en música vocal e instrumental plagada de invenciones, trenzada de emociones rica en sensaciones.
La idea de teatralizar la música en su misma sustancia, que inquieta a cuantos abordan la ópera, está realizada de modo maestro en el gran Claudio de Italia y nos llegó, con valores desiguales, en la versión dada el sábado por el Coro Madrigal y Camerata de Budapest, que dirige el maestro Ferenc Székeres. Espléndida por la voz, el sentimiento y la teatra lidad, la mezzo Klara Takács y realmente notable el bajo Tamás Bátor y, con importantes méritos, pero no a la misma altura por cierta práctica convencional, el tenor Gábor Kállay, lo que podría aplicarse, con matices, a la soprano Julia Pászthy, tendente por naturaleza a la manera del gran barroco que tanto la ha acreditado.
Más deficiente Robert Mezei y excelente de todo punto el coro del que se desgajaron el resto de los solistas: Judith Németh y Aniko Peter. Conocedor, seguro, buen coordinador pero un tanto rígido el maestro Férenc Székeres. Con todo, una noche de excelente música que puso a todos en contacto directo con la obra magna de Claudio Monteverdi.
Babelia
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