El poder de Renalo Bruson
Con un lleno absoluto, la sala Fénix recibió anteayer al barítono Renato Bruson, dentro del ciclo Encuentros con el canto, promovido por Banesto. Bruson es uno de los grandes cantantes de su cuerda y de la lírica en general, y sus dotes las mostró en su primera salida importante a comienzos de la década de los sesenta, con Los puritanos en la ópera de Roma.A partir de entonces el barítono véneto (Granze, 1936) unió la fama popular y el máximo prestigio gracias a unas condiciones vocales, un arte de frasco y una intencionalidad musical capaces, como sucedió en el recital de ahora, de llevarnos desde Alessandro Scarlatti, Gluck, Martini, los extraordinariamente cantados lieder de Liszt y el sorprendente Schubert (Il modo de prendere moglie), a los personajes operísticos de Mozart, Donizetti, y Verdi.
Encuentros con el canto
Renato Bruson (barítono), A. Juffinger (pianista). Obras de A. Scarlatti, Gluck, Martini, Liszt, Schubert, Mozart,Donizetti y Verdi. Sala Fénix. Madrid, 14 de febrero.
Encontrar el registro expresivo, la asunción vital de cada poema o cada aria que refleja un momento concreto del personaje que la entronca, es siempre difícil en la frialdad del recital, cuando lo que se canta está fuera de contexto, falta la acción teatral y la orquesta queda sustituida por un piano, en este caso excelentemente tocado por Andreas Juffinger (Kufstein, Tirol, 1964). Si se añade la corta reverberación de la sala Fénix, tan rica en materia absorbente, se comprenderá que el cantante tuvo que sobrepasar un espacio mucho más peliagudo que el foso operístico para comunicarse con el público.
No hubo problemas para Bruson, vencedor de la sequedad ambiental y tan estilista en Scarlatti como dramático en Cortigiani, de Rigoletto, mientras el carácter noble y humanísimo del marques de Posa en Don Carlos asomaba con clara y poética definición en el aria y muerte. Denostada un día y hasta calificada de funeral en cinco actos, Don Sebastián, en el aria O Lisbona, nos descubre un matiz distinto entre tantos como encierra la invención de Donizetti, del que antes había cantado Bruson Vien Leonora, de La favorita.
Mozart, en Madamina y Serenata de Don Juan, completó el panorama operístico de la tarde, sin olvidar otro bis verdiano y una melodía de Massenet, que merecieron no ya aplausos sino aclamaciones, y un oportuno gracias maestro" de algún buen operófilo. Porque esto es exactamente Bruson: un maestro del canto en todas sus dimensiones. Y si las líricas son importantes por color, extensión, flexibilidad,y clarísima dicción no lo son menos las puramente musicales.
Babelia
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