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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Modernismo y espiritualidad

Las dos actuaciones de los Virtuosos de Moscú, dirigidos por Vladimir Spivakov, han tenido alto nivel y no menos elevado interés. Si la del segundo día fue consagrada a Juan Sebastián Bach, la del primero ofreció obras menos escuchadas y, en algún caso, absoluta primicia. Así, Las siete palabras, para violonchelo, bayán -un acordeón cromático, característico en la música popular rusa- y arcos.Sofia Gubaidulina (Christopol, 1931) forma parte de la vanguardia en la sombra de la música soviética, como Denisov, Párt, Volkonski, Schnlttke, Sink o Silvestrov.

Desde hace algunos años, estos autores iniciaron su escalada en Europa occidental impulsados por los dos centros vanguardistas de la Europa del Este: Polonia, con su Festival de Varsovia, y Yugoslavia, con la Bienal de Zagreb.

Ciclo Orquestas del Mundo

Virtuosos de Moscú. Director: VIadimir Spvakov. Obras de Gubaidulina, Britten y Schubert. Auditorio Nacional. Madrid, 2 y 3 de febrero.

Quizá la salida definitiva de Gubaidulina vino provocada por el Festival de Royan, de una parte, y por el IRCAM y el Teatro de la Villa de París en sus series de 1967, 1973 y 1979, en las que, además, resucitaron a figuras adelantadas de la modernidad soviética como Roslavetz, Lourie, Vichriegradsky, Obouhov y Golyschev, nacidos entre 1881 y 1897, todos ellos -incluidos los exiliados-, oscurecidos por el brillo del gran astro, Igor Stravinski.

Personalidad musical

La personalidad musical de Soria Gubaidulina se caracteriza por un lenguaje claro y actual que desde ciertas formas de atonalismo (Chacona, 1970), y tras la Sonata número 2 y Vivente non vivente, del mismo año, arriba sucesivamente a De Profundis (para acordeón, 1978), In Croce (1979), Offertorium (1984), posterior en dos años a Las siete palabras, obras todas en las que madura un lenguaje cada vez más escueto, unas formas simples y, como dice la autora, una "atracción por los estados contemplativos y meditativos" que todavía deben algo a Scriabin.Friedrich Lips, bayán, y Nihail Milman, violonchelo, con los virtuosos lograron una versión exacta e intensa de esta objetiva música pararreligiosa. El tenor Nell Mackie protagonizó las Iluminaciones de Britten y Spivakov culminó su trabajo en una Quinta sinfonía de Schubert, bien entendida y realizada dentro de cierta tónica impávida. El éxito obligó a la orquesta visitante a varios bises.

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