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Tribuna
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El trofeo final

Madrid, primavera del año 2006. "La heroína se ha cobrado su última víctima. El gobierno municipal cree que con la muerte de J. M. M., de 16 años de edad, se ha extinguido la plaga en la capital del imperio. Según el alcalde de la coalición de centro-super-ultra-derecha, que llegó a la poltrona gracias a una apuesta, el fallecimiento del joven por adulteración de la droga supone un éxito sin precedentes en la política municipal y demuestra el grado de eficacia de la brigada antiyonqui. La antigua plaza de Santa Ana, hoy Mártir Mussolini, ha sido testigo mudo de la caída del último de los drogadictos".Madrid centro, invierno del año 1989. Bar-restaurante-complejo social-balneario-hogar-Viña P. Un mediodía como otro cualquiera. Antonio, el camarero, sirve las mesas e invita a los clientes a sentarse como si estuviese lidiando un becerro en la plaza de su pueblo; lo hace con gracia, con un cierto garbo torero que se queda a medio camino entre lo caballeroso y el cachondeo. Antonio, el cerillero, vende lotería y negocia votantes, ya que dispone de 21 hijos y cree firmemente que tanta gente podría cambiar la balanza hacia alguna parte, no sabe a cuál ni le interesa. Es el rey del blanco, bebe mol claro hasta decir basta y sólo se le nota en un pequeño chisporroteo que aparece en sus ojillos mediada la tarde. La voz del cerillero sale de dentro; es como si este hombre de Écija hubiese abandonado el cante jondo por un amor imposible, y en su rostro se dibuja un sinfín de desesperanzas que le hacen adorable. En un pequeño armarito guarda los décimos y misteriosos artilugios para vender: desde una aspirina a un bronce taurino salen del fondo del mueble como de la chistera de un mago.

El tercero de los Antonios, el cocinero, también es de Écija, y se parece a su compadre en el afán por vender, vender lo que sea. Compone versos con extraordinaria velocidad y hace un terceto de un conflicto social con el mismo arte que los viejos empleaban para confeccionar un cigarrillo de un montón de picadura: simple, claro e imperfecto. Quiere ser famoso, escribir para gente de fama, salir en la tele; quiere, como tantos otros, una oportunidad. Algún día comprenderá que el camino al escenario es tan duro o más que el que le ha llevado a la cocina.

Brillante cerveza

Después de las tres de la tarde el local es un hervidero de gente, una confusión de platos y pinchos, un bullicio de dame y toma y un río de brillante cerveza servida, como con magia, por la bella, silenciosa y serena Paloma. El grifo ama sus manos, ella acaricia el grifo y la cerveza hace cosquillas en la garganta.

Paloma se ha colado en las entrañas. Nadie presta atención. Toreros retirados, reventas, ejecutivos y directores de banco, de esos que nunca dan un crédito, sólo se concentran en sus propias conversaciones monólogos y en zampar lo más rápido posible para poder hacer la digestión roneando de lo que no se es, o con la taba sobre la mesa para burlar un mus soñado la noche anterior.

Este refugio contemporáneo que mira de frente a la plaza de Santa Ana conserva, entre sus columnas fingidas, el espíritu de la vieja reunión, de la camaradería de entreguerras; consrva y cultiva la grandeza de la solidaridad. Ahora que un tal Wyatt Matanzo Earp se ha hecho con los mandos en el distrito Centro, anda el personal un pelo rebotado con la ley de este pistolerillo que ignora la solidaridad y la tolerancia. Él jamás entrará en Viña P., y si lo hace nunca sabrá dónde está porque ¿cómo distingue el cuervo un brillante del brillo de la carroña?

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Una voz tensa, continúa; un torrente de voz imparable surge de un cuerpo magro, cicatrizado y tenso como el bordón de una guitarra española. "El sentido de la vida está en cada uno", dice solemnemente Curro de la Riva subalterno de grandes toreros y animador del cotarro.

Espíritu de sacrificio

Curro, que en vez de tomar la alternativa se tomó un whisky, reconoce que le faltó "espíritu de sacrificio" para ser estrella, y disfruta de la vida con la parsimonia y el convencimiento del que hace lo que le gusta. José Luis, el socio, amo y señor de la mitad, trazada por una línea imaginaria, de esta terma del siglo XXI, rezuma bondad bajo una chaquetilla impecablemente blanca y una cabeza generosa y bien construida, con un manto de pelo roto y negro que le da carácter. José Luis es el complemento idóneo, la mitad perfecta, la antípoda exacta, el elegido para compartir bisnes con Miguel Nube Roja Porras, el conflicto atmosférico hecho pesona, el huracán de carne y hueso, la naturaleza desbordada, el amigo perfecto. Miguel que por ir se fue a Vietnam a luchar por Charlie y se quedó en un tugurio a ver pasar la guerra, es de incontrolable personalidad y sólo cambia cariñete por cariñete. Este piel roja de Embajadores, este zíngaro clavado en el inmovilismo de una época y sujeto por el hecho circunstancial de haber nacido mal, tarde y peor colocado, se le reconoce junto a Cortés, con Drake, en Little Big Horn, con fiebre de oro, descubriendo El dorado, asaltando fortalezas capturando ballenas, despellejando osos y tomando la Bastilla. Miguel lucha cuando habla consigo mismo y con cuantos le rodean; no está de acuerdo con nada de nada, y entiende la labor con la precisión de un mecánico relojero. Disfruta de una inacabable salud ganada en el gimnasio y corriendo entre los pinos de los chalés de la mass media acomodada.

Quien mejor aguanta los salvajes puñetazos cariñosos de Nube Roja es Juan Bautista de la Fuente García, nacido y criado con ese nombre en el Puente de Vallecas. El chatarrero Bautista -"recuperador", corrige siempre- nació en 1919 y morirá en 2019, y es que tiene algo Bautista que le hará centenario Su padre se mató intentando matar a un perro rabioso cuando él era un crío; se alistó voluntario, al segundo intento, en las tropas de la República; estuvo en un montón de fregaos, y acabó de enlace de un comandante inglés de la 13ª Internacional.

Negocios en las Aleutianas

Fue preso y contrabandista, hizo estraperlo y negocios oscuros y, finalmente, se convirtió en el chatarrero más importante de Vallecas; desguazador de locomotoras de ferrocarril, cualquier cosa.

Bautista ronea de grandes asuntos y explica negocios en las Aleutianas, y se pierde en un mare mágnum de toneladas, barcos, dólares, metros lineales de acero estirado sin soldadura, y kilos por dólares, por pesetas, por beneficios, por... Finalmente, una tormenta de nieve acabó con el sueño de los barcos comprados al Gobierno norteamericano y que eran chatarra de guerra. Perdió cientos de millones de hace 20 años.

A Bautista le reconvirtieron antes de tiempo y un expediente de crisis le llevó al paro dorado, a la jubilación acomodada y prematura, a la viudedad y a las noches de casino con una generosa mujer -"producto típico de Serrano", dice con sorna-. Superviviente del infarto, algo duro de oído y con poco ejercicio en las espaldas, tiene aspecto de galán cinematográfico, presumido, aseado, y, por encima de todo, aspecto de hombre feliz: "Todo está bien".

En la futura plaza del Mártir Mussolini se deja morir un muchacho con una máquina picada en la fría vena. Bautista, que llegará a los 100, dice que su dieta de 1.700 calorías es el trofeo final.

Copyright Ramoncín.

Ramoncín es cantante y compositor de rock.

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