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El caso de la capitana Linda Bray

La participación de mujeres en las fuerzas militares de EE UU que invadieron Panamá desató una importante polémica en torno al papel de las mismas en los conflictos armados. Quienes defienden la igualdad de sexos no pueden por menos ahora que defender también la igualdad de riesgos.

Durante los últimos meses, los acontecimientos acaecidos en Alemania Oriental, Rumanía, Polonia, Checoslovaquia y otros países se han desarrollado con sorprendente velocidad. Pero Europa oriental no ha sido la única zona del mundo en la que han sucedido acontecimientos inesperados. La incursión de Estados Unidos en Panamá sorprendió a muchos, a unos agradablemente y a algunos otros de forma bastante desagradable, y al mismo tiempo formuló muchas cuestiones éticas y políticas relativas a las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos.También surgió otra cuestión cuando se reveló que cierto capitán Bray dirigió a un pelotón de soldados cuya intención era capturar la perrera de la jauría de perros de presa de las fuerzas armadas panameñas. El capitán Bray consiguió capturar la perrera a pesar de que estaba protegida por las Fuerzas de Defensa panameñas, tres de cuyos integrantes murieron en la acción. La sorpresa surgió cuando se supo que el capitán Bray era una mujer, la capitana Linda Bray. La legislación estadounidense prohíbe que las mujeres participen en puestos de combate. De repente, y sin que nadie lo hubiera planeado aparentemente, una mujer condujo a sus tropas en una acción que, por cierto, tuvo éxito.

En un editorial publicado en la edición de The New York Times del 7 de enero Anna Quindlen observa que sucedió como si el encargado del reparto "hubiera colaborado con el movimiento feminista para que la historia fuese aún mejor", puesto que la capitana Bray sólo mide 1,55 y pesa poco más de 50 kilos. Pero, grande o pequeña, nadie esperaba que llegasen tales noticias de Panamá. Últimamente no se había discutido el tema de si las mujeres debían ocupar puestos de combate o no. Pero de repente, y gracias a este acontecimiento, se formuló la cuestión de nuevo y el público ha podido saber que las mujeres representan en la actualidad casi un 11% de las fuerzas armadas.

Sin embargo, y tan sólo dos días más tarde, el revisionismo hizo su aparición. De acuerdo con un artículo aparecido en la edición de The New York Times del 9 de enero, el portavoz del Ejército y del Comando Sur de Estados Unidos, el general Charles W. McCIain, alegó que la capitana Bray dirigió la lucha por la perrera por radio y se dirigió hacia el escenario del combate "para intentar impedir la huida... No se encontraron cadáveres de panameños y no hay confirmación de que matase a ningún enemigo". Lo único que se reconoce es que la unidad de la capitana Bray "se encontró ante el fuego de francotiradores". Un portavoz de la Casa Blanca manifestó que el Ejecutivo no hizo más que repetir la información publicada originalmente por la prensa.

Tres cuestiones

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En este artículo hay tres, puntos divertidos -o deprimentes, dependiendo del punto de vista-. Uno, que los panameños se rindieron cuando un miembro del Ejército norteamericano (cuyo sexo no se identificó) les lanzó un farol, diciéndoles que los norteameriqanos harían uso de su artillería, de la que aparentemente carecían, si no salían. ¡Vaya maneras de ganar una batalla! Dos, que The New York Times repite el informe ofrecido por Los Angeles Times en el sentido de que la narración original se basaba en la información ofrecida por la capitana Bray y sus tropas. ¿Va a acusarse aho ra a la capitana Bray, que apareció en la televisión nacional, de falsificar información? ¿No sabía qué era lo que estaba haciendo? Tres, el artículo menciona que estos acontecimientos se han utilizado como evidencia de que las mujeres son capaces de servir en puestos de combate. El artículo cita entonces las críticas a esta opinión, diciendo que "... el ataque dirigido por la capitana Bray no demuestra que se deba permitir que las mujeres participen directamente en el combate".

La miembro de la Cámara de epresentantes Pat Schroeder, que siempre ha sido la voz de las mujeres liberadas, ha dicho que el problema de la mujer combatiente, en realidad, es un problema de índole económica, puesto que la prohibición de que las mujeres sirvan en puestos de combate las impide de hecho ascender, debido a que son estas posiciones de combate las que conducen a los cargos más prestigiosos y mejor pagados del Ejército.

Así pues, parece que la opinión adoptada por aquellas mujeres que creen seriamente en la noción de igualdad de derechos es que debería permitirse que las mujeres ocupasen puestos de combate si así lo desean. Las mujeres que apoyan esta opinión pueden muy bien argüir, como la representante Schroeder, que ya no está clara la distinción entre combatientes y no combatientes, si es que alguna vez lo ha estado. Por supuesto, las hazañas de la capitana Bray demuestran la falacia de que las mujeres -ioh, pobrecitas!- no son tan capaces como los hombres para enfrentarse a estas situaciones. Los motivos ofrecidos para explicar esta carencia femenina de capacidad para entablar combate van desde la falta de fuerza física en las mujeres hasta la inadecuada formación psicológica femenina. Pero, simplemente, estas razones ya no parecen válidas.

Dominio masculino

No obstante, cuando se lee tan sólo una parte de la literatura feminista no puede evitarse observar la queja, tan a menudo expresada, de que son los hombres los que están poniendo en peligro no sólo la vida sobre este planeta, sin tal vez la propia vida del planeta. Muchas feministas culpan de los problemas políticos, así como de los problemas médioambientales, a las sociedades dominadas por los hombres y a la ciencia dominada por los hombres, que, de acuerdo con este punto de vista, manifiestan la agresividad masculina y el orgullo en el control o el dominio. Mary Daly, por ejemplo, se muestra de acuerdo con Frangoise d'Eaubonne, que acuñó la expresión eco-feminismo, en que "ninguna revolución dirigida por los hombres se opondrá a los horrores de la hiperpoblación y la destrucción de los recursos naturales". No obstante, Daly se distingue de la feminista francesa en que declara que se interesa más por "la contaminación del cuerpo, alma y mente infligida a todos los niveles a través del mito patriarcal y del lenguaje" (GynlEcology, 'The metaethics of a radical feminism'). Según Daly, "el mito fálico y el lenguaje generan, legitiman y enmascaran la contaminación material que amenaza con terminar con toda la vida consciente de este planeta" (página 9). Daly, manteniendo la opinión de que los hombres carecen de lo que ella denomina "la energía biofílica" de las mujeres, es decir, la energía de amor a la vida (página 10), de que no se preocupan por el peligro que han causado tanto a las mujeres como a la madre naturaleza, al verlas a ambas como el otro, y que son indiferentes a ello, intenta revelar las costumbres destructivas masculinas identificando los mitos o "venenos mentales patriarcales" (página 74) mediante los cuales intentaron los hombres arrebatar la energía creativa a las mujeres. Daly promete que aprender a reconocer estos mitos será tanto un "exorcismo" como un "éxtasis" (página 2).

Daly afirma, por ejemplo, que la diosa triple fue transformada en una trinidad de dioses: que Hera se convirtió en Zeus, que Deméter se convirtió en Poseidón y que Kore fue suplantada por Hades. Estas trinidades masculinas, afirma, presagiaron la trinidad cristiana (página 76). Esta transformación es lo que Daly denomina el asesinato de la diosa. Las mujeres deben recordar, afirma Daly, que la diosa sobrevivirá mientras las mujeres vivan y se afirmen a sí mismas, y que el antiguo crimen no es "irrevocable" (página 11).

norteamericana, es profesora de Filosofía y ecologista.

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