¿Qué fue de aquellos millones?
"En ninguna parte funcionan los servicios alternativos al manicomio, o sea, los hospitales de día, pisos y talleres de empleo protegido, pequeñas residencias..." asegura Margarita Henkel, presidenta de la Federación Estatal de Asociaciones de Familiares y Enfermos Psíquicos (FEAFES), que reúne a 16 sociedades. Estos servicios son adecuados para los enfermos crónicos que así lo necesiten o los asilados en manicomios con vínculos sociales deteriorados por el aislamiento o por la tardía intervención médica.Valga el ejemplo de Madrid, comunidad en que, en cuatro años, solamente se gastaron 147 millones de pesetas para prevenir la hospitalización y potenciar la salida de personas residentes en estos hospitales "mediante la creación o utilización de servicios sociocomunitarios", cuando los profesionales vinculados se quejan de carencia de recursos. Se habían presupuestado 676 millones entre 1985 y 1988. Mediante- la reubicación de 1.567 pacientes, Madrid se había ahorrado 9.000 millones entre 1981 y 1988, según Alberto Fernández-Liria, del Hospital Psiquiátrico de Leganés, en la zona sur de Madrid, cuyo proceso de reforma está muy avanzado.
En Cataluña, se necesitarían el doble de los recursos actuales. "Lo que uno se ahorra cuando cierra los manicomios, hay que invertirlo en servicios alternativos", sentencia Fernández-Liria, que acusa a los gestores de falta de voluntad política para paliar este problema. Victor Aparicio, de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN), conviene en que "no se trata de elegir entre internamiento o tratamiento externo, sino entre asistencia o desasistencia".
Resistencias
Henke1 asegura que ha constatado la inexistente comunicación entre las autoridades sanitarias y las responsables de los temas sociales, la descoordinación que cita Fernández Liria, quien, asegura que el principal problema para la desinstitucionaliz ación, en su experiencia, es que los servicios sociales no asumen la demanda que les corresponde. Y al parecer, no es tan caro ofertar servicios sociales frente al manicomio: un experiencia realizada en Luisiana (EE UU) mostró que en la integración comunitaria de un grupo de más de 100 pacientes, se gastó un 30% de lo que se llevaba el psiquiátrico. "A los enfermos crónicos tenemos que ingresarlos en las camas de agudos o dejarlos en la calle", se lamenta Diego Figuera, psiquiatra de un centro de salud mental del norte de Madrid.
A Irene, profesora jubilada, se le saltan las lágrimas cuando recuerda, en ese hombre destruído que se acurruca en la cama, a aquel joven "guapo y brillante". Su hijo, de 34 años, lleva nueve de progresivo deterioro, diagnosticado de esquizofrenia paranoide. Tres ingresos, cortas estancias en centros de día, psiquiatras privados... un poco de todo. Imagina una "miniresidencia o un servicio domiciliario" para su hijo con quien, por otro lado, es muy difícil convivir. "Los familiares tienen razón cuando se quejan", concede Alicia Roig, de la AEN, "hay que apoyarles y a veces es perjudicial que el enfermo viva en el núcleo familiar". Rafael Garrido-Lestache, forense de la Audiencia Nacional, apela a los "centros de templanza o vigilancia psiquiátrica".
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