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Tribuna
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Chorizos y cubos

En un homenaje que se le tributó a Berlanga en la Filmoteca Española hace años, hubo discursos y aplausos y risas. Cuando el acto concluía, un joven se acercó al estrado y obsequió a Berlanga, como prueba de admiración, con una ristra de chorizos. Las nuevas risas se mezclaron con el asombro, pero el joven intrépido aseguraba que Berlanga era un genial estudioso del chorizo nacional, y por eso merecía tal tributo.Años después, este joven iconoclasta disfrutaba en el Festival de Valladolid de una ración de buen cine. Le trasladé en coche. En el trayecto hablaba bastante mal de buena parte del cine español, con ese osado lenguaje de quien aún no ha visto los toros desde el ruedo, despreciando con vehemencia a los entonces llamados progres. De crítico a crítico, discutimos.

Llegó Ópera prima, su primera película como director. Ya no discutimos, pero mientras se mantuvo un largo año en cartel, formé parte de quienes no entendían semejante éxito. Algo había en la película de Trueba o algo había ocurrido en el país que se nos había escapado.

Llegó su segunda obra., Mientras el cuerpo aguante, que se presentó en el Festival de San Sebastián. Desde la crítica de EL PAÍS comenté sus deficiencias. En mala hora lo hice. El mismo joven que había regalado chorizos de admiración a Berianga me esperaba agazapado con un cubo de agua, que roció sobre mi catarro como venganza a aquella crítica.

El Festival de San Sebastián se animó con la anécdota. En mi habitación recibí el testimonio solidario de lo que creí la mayor parte de cuantos en el festival se encontraban,. El innoble remojón quedó compensando con tantas pruebas de amistad.

Un buen día tuvimos un encuentro indirecto e hicimos balance de las adhesiones recibidas el día de aquel histórico remojón. Encontramos que la mayoría de apoyos se repetía en uno y otro campo de la batalla. Fue fácil deducir que bastantes de aquellos entusiastas salieron de una habitación para entrar en la del enemigo. Frente a aquel tejemaneje entendimos que nuestros papeles de agresor y agredido habían sido, después de todo, los más correctos.

Filmó más tarde El siglo de las luces, su hasta ahora mejor película. En la sala oscura, cierta complicidad me unió a ella, quizás ayudado porque parecía una película progre. En las críticas que recibió hubo simbólicos chorizos y no menos gélidos cubos de agua. La historia continuaba.

Ha estrenado ahora El sueño del mono loco, que aún no he visto. Pero ya ha sufrido la demora de no haberse estrenado inmediatamente después de su éxito en el Festival de Venecia. Su propio sueño va encontrando las limitaciones de la realidad, que hace años no imaginara. Suerte, amigo Trueba, aunque ni los chorizos ni los cubos de agua sirvan, como ves, para nada.

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