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Cela acepta los nuevos conceptos pero no las nuevas palabras

Comida coloquio con el Nobel en el Club Siglo XXI

Unas 200 personas -mal contadas- se reunieron ayer con Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura, en una comida coloquio organizada por el Club Siglo XXI. Tras la manducatoria hubo preguntas largas y respuestas concisas -algunas de éstas, ya muy conocidas; el Nobel se repite- y la reafirmación de Cela en su fidelidad a todo el vocabulario que contienen el Cancionero de Baena y la obra de Francisco de Quevedo. "Estoy dispuesto a pactar la aceptación de los conceptos nuevos", dijo, enfatizando su confesión de parte, "siempre que se definan con las palabras tradicionales".

Y puso ejemplos de lo dicho. Los ejemplos y el anecdotario que allegaba Cela alegraron un coloquio que corría el peligro de decaer por las parletas interminables de algunos de los que hacían preguntas. Hay quien, con un micrófono en la mano y auditorio a la vista, convierte una pregunta en una conferencia. Cela respondía con mucha cortesía e ingenio. A título de ejemplo de la defensa del vocabulario tradicional dijo Cela que se avendría a no utilizar la palabra culo pero jamás a sustituirla por pompis, porque el lenguaje es un legado que dejamos a las futuras generaciones y es preciso conservarlo puro. "Culus", añadió, "está en Cicerón, mientras pompis es propio de catequistas".Con la defensa del español hizo la del latín, aseguró que en el año 2002 sólo subsistirán el español, el inglés, el chino y el árabe y puso reparos a la normalización de la lengua que pretenden las autonomías, por la simple razón -señaló- de que el idioma no se impone por decreto. Pero peor hacen los castellanohablantes, añadió, pues en lugar de estar orgullosos del español porque fue la lengua de Fray Luis de León, lo defienden porque es la del Boletín Oficial del Estado.

Naturalmente Cela no hacía estudios en profundidad sobre la lengua ni sobre nada, pues ese no era el propósito del coloquio. Varias pinceladas sabias, diversas observaciones agudas, la buena sal de su ironía e ingenio, eso sí hubo. Y reveló alguna graciosa incidencia respecto a las traducciones de sus libros. "En general son buenas las que se han hecho en sueco, inglés y francés, y muy malas en alemán. Si, después de leerme, los alemanes piensan que soy idiota, seguramente tendrán razón. Yo escribí que Pascual Duarte entró en quintas, y la traductora -que no sabría español pero alemán tampoco- tradujo: 'Pascual Duarte entró en fincas rústicas'. Yo escribí que había salido a tomar una caña, y tradujo que había salido a chupar caña de azúcar".

Los colocutores se rieron mucho, aunque nunca con tantas ganas como cuando Cela contó que en una feria del libro, harto de escribir dedicatorias en sus libros, acabó la jornada firmando: Esteban Bilbao.

Las manifestaciones de admiración a Camilo José Cela fueron continuas y vehementes. De ellas hicieron síntesis expresiva el moderador, Francisco Segrelles , y el presidente del Club, Luis Gamir, que cerró el acto con una cita muy bien traída de Garito de Hospicianos.

Antes del hojaldre que dio entrada al parvo gaudeamus y después del coloquio, las 200 personas -mal contadas- se amontonaban en torno al Nobel, mujeres para besarle, hombres para estrecharle la mano y darle abrazos, todos para colmarle de parabienes, muchos para pedirle autógrafos. Camilo José Cela tiene una popularidad inmensa, que sobrelleva "jodido pero contento", según él mismo declara, y todo se le celebra. Se pone a bailar claqué y habría sido lo mismo.

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