Cantata

Alonso de Mella, frailecito hereje; Francisco de Mella, cardenal: dos hermanos se enfrentan en Durango, 1459. Uno pretende instalar sus fieles fraternos, su comunidad de hombres y mujeres para quienes la carne es una forma de unión y de libertad; el otro llega a extinguir la herejía en nombre del rey de Castilla, no ya por lo desviado, sino porque se extiende y puede constituir un estado. Con este fragmento del siglo XV el autor presenta una especie de cantata. Hay una dramaturgia que firma el equipo artistico -se supone que del Grupo Geroa, que hace la representación- y una dirección de Paco Obregón. Parece un aquelarre; es, en principio, un carnaval de herejes, con sus máscaras y sus harapos dalinianos inevitables (vestuario y escenografia de José Ibarrola). Vendrán después los desnudos: de hombres y mujeres, de fraile y de cardenal. Hay música, movimientos rítmicos. Ignacio Amestoy es escritor de teatro apasionado, lírico y entusiasta. Sus personajes hablan y actúan así. No sé si, para Durango, este grupo autóctono, la dramaturgia y la dirección emitirán algunas claves de actualidad o de otros suenos; aquí, si las hubiese, no se entienden, o no las entiendo yo. Tampoco la prosodia es muy limpia, ni convenientes las condiciones acústicas de la sala Olimpia. Otras preocupaciones de la dirección de escena son también poco favorables a la escritura. Queda la estampa, quedan los cuadros plásticos. Quizá poco para la hora y media del espectáculo. Amestoy salió a saludar al público con sus colaboradores ante los aplausós muy repetidos del público.