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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Exquisita claridad

Hay obras musicales que, por sus características, se erigen en símbolos de una época. Trascienden su vinculación al sonido y acaban convirtiéndose en espejo de la sociedad donde han nacido. La creación (1798) de Haydn es una de ellas. Refleja una visión del mundo, de sus valores morales, del conocimiento, de la estética a finales del XVIII. Sintetiza la culminación del periódo en que se nutre: el oratorio haendeliano, las voces y acordes mozartianos. Y sobre todo, es representativa de un concepto del orden, del pensamiento. Anuncia también, tímidamente, los primeros pasos de la aventura romántica del XIX, con Beethoven emergente.El principal mérito -no el único- de Antoni Ros Marbá con la Orquesta y Coro Nacionales de España ha sido ofrecer una versión de la obra de exquisita claridad. La música, ya desde la introducción, fluye sin excesos, con naturalidad. Facilita el entendimiento del Siglo de las Luces con sencillez y a la vez con precisión. Sin retóricas ni efectismos, pero con una intensa luz. La construcción, las armonías, la melodía, el espíritu de la obra de Haydn son así resaltados en su auténtica magnitud. Con pasión tranquila.

La creación

De Haydn. Orquesta y Coro Nacionales de España. Director: Antoni Ros Marbá. Solistas: Lillian Watson (soprano), Robert Tear (tenor) y David Wilson-Johnson (barítono bajo). Teatro Monumental. Madrid, 12 de enero.

La ejecución de La creación estuvo repleta de detalles. En un momento es el fraseo intimista de los violonchelos, en todos la atención al matiz de la flautista Juana Guillem (extraordinaria) o los acentos mozartianos de la soprano Lillian Watson o la intención expresiva de los cantantes masculinos o... Pero, sobre todo, domina la visión de conjunto, la integración vocal-instrumental. Tanto de la orquesta, como del coro, se puede esperar algo más de brillo, pero la línea musical, el desarrollo, la entrega, la identificación con el director fueron encomiables.

No están tan lejanos los tiempos en que un oratorio de Haydn provocaba la desbandada en los públicos del Real ante la duración excesiva de la obra (Ros Marbá lo ha vivido). Esta vez no se movió nadie. Pareció breve. Al final, las ovaciones y los bravos de un público que prácticamente llenaba el Auditorio Nacional fueron como en las grandes ocasiones. Los artífices del resultado las merecían.

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