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FESTIVAL DE MÚSICA DE CANARIAS

La emoción y alegría de los clásicos

La fuerza convocadora de la Misa cellencis en do mayor, de Haydn, y la cantata David penitente, de Mozart, ha resultado en el concierto del pasado jueves en Las Palmas tan irresistible como entusiasta: fue la reacción del público asistente. El barroco, el clasicismo y todos sus derivados mantienen su poderío en el gusto del público actual.Y esto ocurre por más que algunos comentaristas se empeñen en detectar oleadas neorrománticas en las horas actuales, neo, por otra parte, inútil cuando lo romántico no conoció hasta la fecha vano ni pausa.

Bien es verdad que las versiones de Helmut Rilling -que es mucho más que un especialista y sus conjuntos instrumental y coral de Stuttgart y Gáchinger, tuvieron toda clase de méritos, desde una realización afinada, precisa y bien cohesionada hasta una comunicatividad afectiva conseguida sin trampa ni efectismo alguno.

La Misa cellencis refleja un sentimiento del hecho dramático y religioso iluminado y alegre, "una serenidad consciente y espontánea" como acertadamente afirma Massimo Mila. Se trata de una música excepcional por su calidad y al mismo tiempo cotidiana por su talante, que es heredero de largas y variadas tradiciones que Rilling enaltece desde su formación germana y romana y su constante entrega al magisterio de la polifonía coral. No sólo Rilling, todos sus colaboradores, viven la música, antes que hacerla, con una entrega vocacional entusiasmada y entusiasmante.

Si se enseñara la fuga y el contrapunto con el aire espontáneo del lenguaje habitual practicado por los cantores y tañidores de Rilling, tales procedimientos gozarían, muy probablemente, de menor severo respeto, pero también de mayor virtualidad musical, de más honda sustanciafidad. Y esto haría inútil aquella frase según la cual "cuando un compositor no sabe cómo continuar, inicia una fuga".

Arias añadidas

No resulta tan fácil, por supuesto, practicar el contrapuntismo al modo de Haydn o Mozart, quien en su cantata David penitente, tan poco bien interpretada, creó algo admirable desde cualquier punto de vista que se analice.Es sabido que la base del David procede de la Misa en do, con el añadido de algunas arias tan atractivas como las más famosas escritas por Mozart para sus óperas y cuyo carácter contrasta con la estructura expresiva del d oble coro Si Vuoi, centro formal y espiritual de la obra. Ya es hazaña por parte de Mozart la de derivar de la misma materia dos partituras como la Misa en do y David penitente, diversificación extremada de una sola inspiración.

Los solistas de la jornada fueron las sopranos Ibolya Verebics y Donna Brown, el tenor Scott Weir y el bajo Reinhard Hagen (que no interviene en David). Su intervención en sus respectivos y nada fáciles cometidos alcanzó el nivel de la versión general, lo que es mucho decir si se tienen en cuenta las excelencias que la presidieron.

Un nuevo lleno en el teatro Pérez Galdós y un entusiasmo que superó el de las noches en que aquí intervino la Orquesta Nacional francesa, dejaron bien a las claras la perennidad de los clásicos vieneses siempre que encuentren, como ocurrió en esta ocasión, los intérpretes idoneos.

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