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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El envite de Gorbachov

ES EVIDENTE que la pasión nacionalista, por fuertes que sean sus raíces, no siempre inspira las mejores soluciones para los problemas políticos. Los sentimientos de los ciudadanos de Lituania suscitan simpatía porque se trata de la protesta de un pueblo cuya independencia fue sacrificada en los acuerdos Hitler-Stalin de 1939. -La revolución en Europa oriental, paralelamente, potencia el legítimo deseo de los lituanos de seguir el mismo camino. Y es en estos momentos difíciles cuando Gorbachov decide ir a Lituania. La suerte de la perestroika está en juego.En plena marea nacionalista, el líder soviético intenta oponer la sensatez a la pasión para convencer a los lituanos de que les conviene permanecer en el seno de una URSS renovada. Su principal envite -y en ello estriba su debilidad- es prometer un mañana distinto. Se pondrá fin al centralismo, condenado ahora con palabras contundentes, y, en una "nueva federación", los lituanos podrán tener "la soberanía, la independencia y la identidad cultural". En cambio, pinta con trazos negros la suerte de una Lituania sola en un mundo en el que la tendencia a las agrupaciones regionales es predominante. Pero, probablemente, la mayor novedad en la posición de Gorbachov ha sido el admitir la legitimidad constitucional de una eventual secesión de Lituania y anunciar incluso una ley que encauce tal proceso. Hablar ahora de una ley de ese género indica un neto deseo de desdramatización: al combatir políticamente la secesión, Gorbachov la coloca en el marco de la Constitución vigente. Confirma así su actitud contraria al empleo de la violencia.

El carácter del viaje, inicialmente motivado por la decisión del Partido Comunista de Lituania de separarse del PCUS, se ha modificado al colocarse en primer plano el tema de la independencia. Es más: si ahora el PC lituano cambiase su decisión, se condenaría a un fracaso seguro en las próximas elecciones de febrero. En cambio, como partido separado, ha ganado influencia y es la principal fuerza que se opone a la secesión preconizada por los nacionalistas. En todo caso, es evidente que el viaje desborda el marco lituano y, desde su comienzo, Gorbachov ha vinculado su suerte como dirigente de la URSS a los nefastos efectos del extremismo nacionalista.

En la actual crisis de la reforma soviética destacan tres rasgos fundamentales: el fortalecimiento en el Comité Central de una corriente conservadora que culpa a Gorbachov de fomentar un proceso que lleva a la desintegración de la URSS; el rebrote de conflictos nacionalistas en diversos lugares de la URSS (Armenia, Azerbaiyán, Georgia) con amenazas, mucho más fuertes que en Lituania, de choques violentos; y, por último, la proximidad de las elecciones de órganos,municipales y republicanos, en las que una buena parte del aparato comunista puede ser eliminado.

Desde Lituania, con sus discursos y debates en la calle -retransmitidos a todo el país-, Gorbachov está librando una importante batalla política para contener la oleada nacionalista. A los conservadores les muestra la fuerza de las tendencias secesionistas y, al mismo tiempo, la necesidad de hacer concesiones para salvar la existencia del Estado soviético. Ante los nacionalismos, se presenta como el dirigente soviético más distante del centralismo que jamás haya existido, y les anuncia un futuro en el que sus anhelos podrán realizarse dentro de una nueva federación de repúblicas soberanas. En esta compleja operación política sobresale la cualidad de Gorbachov de colocarse, en medio de las tormentas, en una posición de centro, buscando una síntesis apta para recibir apoyos de diversos lados y de permitir un avance progresivo con el menor coste posible. Incluso, si en el caso lituano fracasa -hipótesis que a todas luces tiene muy en cuenta-, aspira a "circunscribir el mal" evitando un efecto dominó de consecuencias imprevisibles. Señalemos por último el evidente deseo de los Gobiernos occidentales de que triunfen las propuestas de Gorbachov. Queda por ver hasta qué punto logra consolidar el consenso interior.

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