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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Muérdagos y acebos

Me parece muy interesante que en su periódico dediquen un espacio a la sanidad, pero esta sección debe ser rigurosa y escrita o revisada por profesionales de la especialidad. Concretamente, su artículo Las plantas ornamentales navideñas pueden ser peligrosas, según Toxicología (véase EL PAÍS del 22 de diciembre), a un aficionado al tema le produce estas dudas o comentarios:- El célebre muérdago de los países norteños (debajo del cual se podía besar a una joven sin que ella se enojase) corresponde a la especie Viscum album, que, como su nombre indica, produce un fruto blanco y no rojo, como en el artículo se indica.

¿Se referirá el artículo al Ruscus aculeatus, rusco o arrayán salvaje, que también adorna la Navidad, o los vikingos bajaban a Andalucía a recoger el muérdago del olivo o marojo, Viscum cruciatum, que tiene el fruto rojo?

- Efectivamente, el acebo tiene un bello fruto rojo, pero lo que se debe decir respecto al mismo es que es una especie protegida y está prohibido cortarlo como adorno navideño.

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El mayor veneno para un niño es que sus padres no respeten la ley.

-El tejo es un árbol triste propio de lóbregos y románticos jardines o de cementerios; lo más opuesto a una Navidad. Por otra parte, todo él es venenoso y bien lo saben los ganaderos, pero ¡hete aquí que la sabia naturaleza le ha dotado de un atractivo arillo rojo alrededor de su fruto que es lo único inocuo de la planta, que premia a las aves que transportan sus semillas y no mata a los niños que lo comen!

- El castaño de Indias como planta ornamental resulta un poco grande. Sus frutos, las castañas pilongas, son atractivas y quizá decorativas, pero su sabor es tan desagradable que no hay niño capaz de comérselas. El verdadero peligro de estos frutos es el de ser unos magníficos proyectiles, digno antepasado de las pelotas de goma antidisturbios que, al menos en mis tiempos, pocos niños considerábamos armas prohibidas en nuestras contiendas.-

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