La variedad de Gerardo Diego
Gerardo Diego no sólo fue un gran poeta; era también un gran técnico de la poesía que supo practicar con maestría la poesía tradicional y el vanguardismo. Se acaban de publicar en Aguilar, en dos volúmenes, las Obras completas de Gerardo Diego, que abarcan toda su poesía, los cuales, al igual que los que le seguirán de prosa, fueron preparados, antes de su muerte, por el propio autor, con un prólogo de éste, al que ahora se añade, una introducción de Javier Díez de Revenga.
Asombra la fecundidad y dedicación de Gerardo Diego a su arte, que le ha permitido proporcionarnos esta ingente producción, en la que se suma, a los 40 libros que el autor publicó en vida y que quedan revisados y corregidos ahora, otro más, titulado Hojas, compuesto nada menos que por 313 poemas, de los que 200 son. completamente inéditos. Hago notar que ese libro, Hojas, supera a la obra completa de varios poetas de renombre, incluso si consideramos sólo la riquísima zona inédita de él.Gerardo Diego no sólo fue un gran poeta; era también un gran técnico de la poesía que supo practicar con maestría suma, por un lado, todo género de estrofas, metros y formas de la poesía tradicional y, por otro, el vanguardismo más avanzado de su tiempo. Al lado del soneto o el villancico y la glosa, el creacionismo. Y todo esto lo hizo, curiosamente, simultaneándolo. Esta simultancidad del rupturismo y del continuismo nos ofrece un problema sumamente interesante, pues resulta ser absolutamente hermano, a mi juicio, de la heteronimia que se percibe, como fenómeno ya característico, en la generación anterior simbolista: los heterónimos de Pessoa son los más llamativos y famosos Alberto Caeire, Ricardo Reis, Álvaro de, Campos y otros de menor relevancia pero también existen con mucha evidencia, los de Antonio Machado (que no se redujeron, como es de todos sabido a Juan de Mairena y a Antón Martín) y los del poeta irlandés Yeats, quien, por las mismas fechas, entró en un fenómeno similar (me refiero a la invención de Michael Robartes y Owen Aherne, que nunca se menciona en ese sentido pero que es, para mi, evidente.
Gerardo pudo muy bien llamar a uno de sus dos poetas -al creacionista, por ejemplo- Cendoya y al otro Diego, y tendríamos entonces perfectamente claro el paralelismo o fraternidad de este último heterónimo con los otros tres que he mencionado más arriba. Por tanto, resolver el problea del simultaneísmo gerardiano es resolver el curioso enigma heteronímico con el que lo hemos venido comparando.
Empezaríamos por aproximar el hecho de que hablamos al famoso dicho de Unamuno (otro autor, no por azar, del mismo estadio cronológico al de Pessoa y Machado acerca de las seis personas que entablan conversación cuando dos de ellas hablan el Juan y el Tomás reales (conocidos Dios) el Juan y el Tomás ideales de Tomás.
Unamos estas elucubraciones unamunescas y todo lo anteriormente recordado con lo que nos dice el poema XXXVII de las Poesías completas de Antonio Machado. El poeta dialoga con la noche (símbolo de la propia soledad y le hace una patética pregunta. "Dime / si son mías las lágrimas que vierte" o si, por el contrario "mis quejas" añade son sólo "la voz de un histrión grotesco" , La noche le responde: "No sé. Te busqué, en tu sueño y allí te vi vagando en un borroso / laberinto de espejos". Algo curiosamente semejante afirma Pessoa: "Soy como una habitación con múltiples espejos fantásticos que desvían en reflejos falsos una realidad anterior que no está en ninguna parte y está en todas". Álvaro de Campos (heterónimo de Pessoa, como sabemos) escribe en idéntico sentido: "Nem cei ben se sou eu quem en min sente". Exactamente lo mismo que dice Machado. No puede ser casualidad.
Saquemos una conclusión de estos hechos y citas: la época simbolista empieza a pensar que el yo concreto es algo de dificultosa determinación, algo en cierto modo incognoscible, del mismo modo y por el mismo motivo por el que en esas fechas se declara incognoscible a fondo Kant), el noúmenos, lo que las cosas son. La impresión aparecerá entonces como lo único que se nos ofrece, Io único que entonces importa.
Proceso
Añadiré para completar y dar acaso más transparencia a lo anterior que la visión poematica se va interiorizando de un modo extrañamente matematico, desde el romanticiasmo hasta el superrealismo. Este proceso cultural de adentramiento es, pues, lo que explica, desde la dictadura de la impresión, propia del simbolismo y el consiguiente desprecio del yo concreto, los heterónimos de Pessoa y los de Machado, los personajes Robartes y Aherne, de Yeats así como los otros fenómenos culturales que se les pueden acerca o equiparar. Pues si mi concreto yo es dudoso o inasible, el poeta se sentirá libre para no intentar expresar ese yo de tan escurridiza o fantasmal entidad, sino el yo de otro seres que, precisamente por ser imaginarios, acusar un bulto más fácilmente inteligible o precisable. E, incluso, cuando los poetas de ese tiempo hablan aparentemente, de ese sí mismo que dubitativamente consisten, eliminan, de tal si mismo o yo la concreción y lo que aparece entonces en un mero soporte de la impresiones o vivencias, que es lo único que en ese instante resultan decisivo, Un yo universal un yo abstracto o como, diría Husserl "conciencia pura". Tal es lo que vemos en la poesía entre el Parnaso y el surrealismo,
De impersonalización habla, justamente, el heterónimo, Álvaro de Campos. La poesía es para él escribe, "fijar un estado de alma en verso que Io traduzca impersonalmente". Y el propio Pessoa nos aclara. "Puse en Caeiro, todo mi poder de despersonalización". Lo mismo en T. S. Eliot. El fenómeno de interiorización e impersonalización prosigue después, y ésta es, creo, la explicación. de la famosa. versatilidad de Gerardo Diego.
Gerardo, poeta de la variedad, de la multipliclidad. De entre todas estas variaciones y distintos Gerardos (hay también un Gerardo realista posterior a la guerra), yo, personalmente, prefiero el Gerardo creacionista, pero me han emocionado siempre muchos de sus Versos humanos, tiernísimos a veces. Aparte de! celebrado Ciprés de Silos, bastantes de los sonetos de Alondra de verdad y de Ángeles de Compostela. Y otros muchos poemas, de contexturas discrepantes, en otros volúmenes.
El libro que comento muestra, hasta la saciedad, la riqueza, la intensidad y la variedad de este gran Gerardo, que es nuestro legítimo gran Gerardo: el que hoy lloramos y admiramos, el que recordamos intensa y carinosamente en su humanidad, tan naturalmente modesta, tan naturalmente generosa, tan auténtica. Él, inteligente como el que más, artista profundo y verdadero, pasaba silencioso, envuelto en una conmovedora timidez. Yo estimo mucho la timidez, sobre todo en los grandes hombres, porque está hecha siempre de buenas cualidades: valoración del prójimo, valoración genuina de cuantos rodean al poseedor de ese supuesto defecto, y, en el caso que nos ocupa, valoración por parte del nuestro de los otros poetas compañeros de su gran aventura en el mundo, amén de otras hermosas cualidades, como la humildad y la sencillez. Así aparece Gerardo en mi recuerdo y creo que en el de muchos otros: todos aquellos que le entendían en su mudo paso por el mundo, siempre muy cerca de nuestro corazón.
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