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INVASIÓN EN PANAMÁ

Un Ejército bajo tutela

Los nuevos soldados panameños cambian torrijismo y nacionalismo por democracia y capitalismo

Antonio Caño

Dos soldados de la nueva Fuerza Pública de Panamá (FPP) montan guardia desde el jueves junto a las tropas norteamericanas en el edificio que sirve como sede provisional de la presidencia. Son dos antiguos miembros de las Fuerzas de Defensa, vestidos con el mismo uniforme, y a los que, para usar armas y ropa militar, les han colocado sobre el pecho acreditaciones firmadas por el general Marc Cisneros, jefe del Estado Mayor de las fuerzas del Comando Sur, el centro de mando de las tropas norteamericanas en Panamá.

Otro oficial de EE UU, el coronel Al Cornell, antiguo agregado militar de su país en Panamá y viejo conocedor de las interioridades del Ejército panameño, dirige en las instalaciones de lo que fue el departamento de Tráfico la preparación de los cerca de 12.000 hombres que integrarán las nuevas fuerzas armadas de este país, cuya misión únicamente será por el momento la vigilancia del tráfico y del orden público.El coronel Cornell y el primer vicepresidente del Gobierno panameño, Ricardo Arias Calderón, que, en su condición de ministro de Gobierno y Justicia, tendrá el mando de la FPP, confía en que la próxima semana podrán iniciarse los patrullajes mixtos de tropas norteamericanas y las primeras fuerzas panameñas en la capital del país. La formación plena de los nuevos oficiales y tropa no se cree que esté lista, sin embargo, hasta dentro de un año, el mismo plazo que se calcula para la presencia militar norteamericana en Panamá.

El nuevo comandante de esta fuerza pública es el coronel Roberto Araujo, ex jefe de la Marina panameña y marginado desde hacía tiempo por el general Manuel Antonio Noriega. Se trata de una figura neutra, pero un militar de alta graduación que le sirve al Gobierno para no romper bruscamente la anterior escala de mando de las Fuerzas de Defensa.

El segundo jefe del nuevo Ejército es el coronel Eduardo Herrera, de quien siempre se dijo que era la persona a la que Estados Unidos estaba preparando para hacerse cargo de la formación de unas fuerzas armadas al gusto de los norteamericanos. Hombre de brillante carrera y de reconocida capacidad militar, el coronel Herrera estaba destinado a ocupar altos cargos en la antiguas Fuerzas de Defensa hasta que su pariente Roberto Díaz Herrera desaté la tormenta de hace dos años y medio.

Un duro opositor

Después de haber dirigido en varias ocasiones la represión de las manifestaciones antinorieguistas con éxito y sin sangre, el coronel Herrera rompió con el general, que le buscó un cómodo y lejano destino como embajador de Panamá en Israel. Al dejar ese cargo, un año después, se trasladó a Estados Unidos, donde se convirtió en un duro opositor y en un fiel aliado de los norteamericanos. Numerosas veces se había hablado en los últimos meses de que Herrera estaba creando -con respaldo de los estadounidenses- una fuerza guerrillera para entrar a Panamá desde Costa Rica.

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Así como Araujo y Herrera son antiguos desplazados de Noriega, prácticamente todos los aspirantes a integrar las FPP son ex miembros de las Fuerzas de Defensa. De los 15.000 miembros del ejército de Noriega, algo más de 10.000, casi todos los soldados y oficiales de baja graduación, se han presentado a las nuevas autoridades con intención de alistar se nuevamente. Los que no lo han hecho es porque están muertos o detenidos.

En algunas ocasiones los antiguos soldados pasan primero por los puntos habilitados para la entrega de armas, cobran los 150 dólares que les pagan por su fusil sin preguntarles de dónde los han sacado y se dirigen después a las oficinas de recluta miento del nuevo Ejército. Los norteamericanos han recogido ya por este método más de 50.000 armas que estaban en manos de las Fuerzas de Defensa o de los Batallones de la Dignidad, por las que han pagado más de medio millón de dólares.

Los antiguos militares, acostumbrados a los privilegios y a un comportamiento prepotente, reciben básicamente formación política y de relaciones con la ciudadanía. Donde antes se les explicaba las virtudes del torrijismo y el nacionalismo, ahora se les enseña las ventajas de la democracia y el capitalismo.

"Respeto a la Constitución bajo la autoridad del presidente: éste será nuestro lema", afirma el portavoz de la FPP, Eduardo Lim Yueng, quien trabajó en el pasado junto a su depuesto antecesor, el mayor Edgardo López. El chófer de Lim hizo ese mismo trabajo hasta hace unos días con López.

Eduardo Lim asegura que no todos los antiguos miembros de las Fuerzas de Defensa serán aceptados en la Fuerza Pública, sino que se procederá a una criba, y serán apartados aquellos de quienes se pueda comprobar que mantienen fidelidad a Noriega. "Aquí sólo se podrá tener fidelidad a la institución, cualquiera que sea el comandante", dice Lim en una oficina improvisada de un edificio parcialmente destruido por los bombardeos. Para los principales cargos de este Ejército han sido designados los más notables participantes en pasados intentos de golpes contra Noriega. Destacan los nombramientos del mayor Arístides Valdonedo, encarcelado por el general, como jefe del Departamento de Seguridad Pública, equivalente a lo que fue el G-2 o la policía secreta.

El mayor Cristóbal Fundora, otro ex golpista, ha sido nombrado jefe de la dirección de Logística y Finanzas. El mayor Augusto Villalaz también ha sido sacado de la cárcel para que ocupe el puesto de jefe del servicio aéreo, mientras que el mayor José María Serrano es el director de los asuntos civiles:

Así queda integrado el primer Estado Mayor del nuevo Ejército. La intención de Estados Unidos es hacer de él en el futuro unas fuerzas armadas de plena confianza y de garantía para la vigilancia del canal y la salvaguarda de los intereses norteamericanos. El Gobierno de Guillermo Endara, sin embargo, prefiere mantenerlo siempre como una policía, al estilo de Costa Rica, para evitar la repetición de procesos como el que se inició en 1968 con el golpe de Omar Torrijos.

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