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HACIA UNA NUEVA EUROPA

Los 'uniatos' quieren dejar de ser clandestinos

Juan Arias

El líder soviético, Mijail Gorbachov, no podrá resolverle a Juan Pablo II, en su histórico encuentro de hoy en el Vaticano, el crucial problema religioso de los llamados uniatos, es decir, de los cinco millones de católicos clandestinos de Ucrania que condicionan el viaje del Papa a la URSS. Gorbachov no puede solucionarlo porque se trata de un problema exquisitamente religioso, de fricción entre la Iglesia ortodoxa rusa y la Iglesia católica.

No se trata sólo de un problema ideológico, sino económico, ya que la vuelta de los cinco millones de uniatos, obligados por Stalin a integrarse en el Patriarcado Ortodoxo de Moscú, en 1946, supondría la restitución de 4.119 iglesias que entonces fueron cerradas o cedidas a los ortodoxos.Por otro lado, la mayoría de los templos ortodoxos rusos se encuentran en Ucrania y si la Iglesia católica fuese legalizada en aquel país podría ocurrir que la mayoría de las iglesias ortodoxas se vaciaran, ya que la gente se iría con los católicos del Papa polaco. Se calcula que por lo menos la mitad de los fieles y sacerdotes ortodoxos de Ucrania se pasarían a los católicos.

El problema de los uniatos, llamados así porque son los antiguos ortodoxos que en 1596, cuando la actual Ucrania formaba parte del reino polaco, se unieron a Roma, aunque conservaron el rito griego-bizantino. Dicha Iglesia sobrevivió, unida a Roma hasta 1946, cuando Stalin, para castigar el apoyo que una parte del clero había dado a los nazis alemanes, decidió su muerte legal durante un sínodo el 8 de marzo de 1946 en Leopoli que los uniatos consideraron ¡legal. En dicho sínodo fantasma participaron sólo 216 de los 3.000 sacerdotes y ningún obispo católico.También se decidió que los uniatos pasaran a la Iglesia ortodoxa, separada de Roma, confluyendo en el Gran Patriarcado de Moscú. Los obispos que se negaron fueron encarcelados.

Desde entonces, la Iglesia de los uniatos fue considerada por Roma como una Iglesia de las catacumbas o del silencio. Por eso no existen cifras exactas. Se calcula, sin embargo, que pueden ser unos cinco millones, con 12 obispos, 1.000 sacerdotes y más de 1.200 religiosos. Son muy fuertes en el exilio, sobre todo en Estados Unidos y Canadá, y están considerados como católicos superconservadores.

Gorbachov, al parecer, querría resolver al Papa este problema, porque, a cambio, el Papa podría frenar el exacerbado nacionalismo de dichos fieles en un momento en el que Gorbachov necesita la paz interna.

En la delegación oficial que acompaña a Mijail Gorbachov en el viaje de Estado a Italia y en su visita al Vaticano el presidente soviético ha querido que figure Juvenaly, vicario del patriarca ortodoxo Pimen de Moscú, para que entregue al papa Karol Woljtyla un mensaje del anciano y enfermo patriarca.

Pero precisamente Juvenaly, entrevistado por la radio italiana, ha dado a entender que lo único que se puede hacer por ahora es abrir un diálogo franco y constructivo entre la Iglesia ortodoxa rusa y los uniatos. "De lo contrario", dijo el enviado de Pimen, "podríamos seguir discutiendo otros 400 años".

Todo ello ocurre mientras en el interior de la URSS se está desarrollando una gran revolución religiosa llevada a cabo por Gorbachov. Tras 70 años de defensa del ateísmo y de perseguir la religión, ésta obtendrá derecho de ciudadanía.

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