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Entrevista:

René Thom, la pregunta por la causa

El filósofo y matemático francés dicta dos lecciones en Madrid

Víctor Gómez Pin

René Thom, miembro de la Academia de las Ciencias francesa, medalla Fields (1958), considerada el equivalente al Nobel en el campo de la ciencia matemática, tendrá hoy y mañana una importante presencia en Madrid. En el ciclo Pensadores franceses de hoy, cuyas primeras sesiones se celebran en la facultad de Filosofia de la universidad Complutense, dicta hoy una lección bajo el epígrafe ¿Ha renunciado la ciencia a la comprensión del mundo? Mañana, en el Círculo de Bellas Artes, dentro del seminario El trabajo humano, se celebrará un encuentro con el autor de la Teoría de las catástrofes, en el que hablará de la tarea del pensador.

Por haber alcanzado a dar inteligibilidad formal a fenómenos que hasta entonces carecían de ella, René Thom (1923) es, en el sentido usual del término, científico. Mas por su denuncia de una ciencia instrumentalizadora de reglas que no justifica, por su exigencia de acceso a la causa, René Thomes, en el sentido radical del término, filósofo.

Pregunta. Es usted uno de los científicos que con mayor dureza ha rechazado una práctica científica reducida a formulaciones meramente descriptivas y legitimada por su operatividad empírica. ¿Cuáles son, a su juicio, las exigencias de un modelo cabal de cientificidad?

Respuesta. Ante todo, exigencias teóricas, es decir, exigencias de comprensión, de acceder a la inteligibilidad del mundo. La ciencia se aparta de ello cuando llega a confundirse con la técnica; quizás debido a su instrumentalización por los poderes públicos que controlan las instituciones científicas y exigen de la ciencia rentabilidad respecto a intereses que no son los de la cientificidad. Y no estoy hablando de ciencia desinteresada, sino más bien de que el llegar a comprender constituye un interés en sí.

P. La inteligibilidad global como finalidad última de la ciencia, y hasta exigencia inherente a la condición de todo ser racional, es un viejo tema aristotélico. Se ha señalado (en ocasiones en forma de reproche) que usted es uno de los raros científicos que actualmente procede a una auténtica restauración de la problemática aristotélica. ¿Por qué Aristóteles?

R. Hay razones múltiples, algunas de ellas extremadamente técnicas, que surgieron en relación a mi Teoría de las Catástrofes y a objeciones que se me hicieron por parte de los biólogos en el sentido de que mi teoría era excesivamente formalista. Me sentí obligado a ocuparme del problema del sustrato, de la materia, y ahí me vi en el aristotelismo.

P. La materia es en Aristóteles una de las causas a las que la exigencia de inteligibilidad, el deseo de verdad, apunta.

R. Sí. Y Aristóteles ha hecho una contribución fundamental insistiendo en el problema de la causalidad y presentando una sutilísima teoría que distingue cuatro tipos de causas: material, formal, eficiente y final; este esquema es, por lo esencial, válido y puede ser interpretado en términos de la ciencia actual.

P. Lo interesante de su aproximación a Aristóteles es que no se trata de la actitud de un científico que en sus horas libres se cultiva filosofando. En sus reflexiones puramente científicas el vínculo con Aristóteles salta a la vista, y además usted mismo se ha encargado de explicitarlo.

R. Sí. He tenido ocasión de señalar que la Teoría de las Catástrofes restaura el lazo causal hilomórfico o, relativamente a las catástrofes elementales, que la pareja singularidad-despliegue se vincula al par aristotélico potencia-acto.

P. Usted ha dicho incluso que se trata de una actualización de tales conceptos aristotélicos. Fertilizando así la problemática del pensamiento griego, usted se distancia de los que se vuelcan sobre los pensadores del pasado con una especie de condescendencia, como si se tratara de adolescentes, aventajados ciertamente, pero no equiparables a los plenamente adultos.

R. Ésta es la cuestión del progreso, en ciencia como en filosofía. En cualquier caso, no creo que pueda decirse en general que el pasado es un simple momento hacia mayor verdad. He tenido ocasión de sostener que desde el punto de vista de la inteligibilidad global no se han dado gran des progresos y que muchas veces cuando se habla de progreso en ciencia se está confundiendo progreso científico y progreso tecnológico.

P. Dar cuenta de lo que se muestra, justificar los fenómenos, aparece en su discurso como la finalidad del científico. Pero éste era el objetivo mismo del filósofo en su búsqueda de las últimas causas y principios. ¿Dónde, pues, la frontera entre ciencia y filosofía?

R. Ciertamente, desde el momento en que el científico aborda los fenómenos con esquemas impuestos por estructuras teóricas, desde el momento en que no se empantana en la simple predicción y en la acumulación de datos... la interrogación filosófica no está lejos. Sin embargo, la frontera persiste. Yo diría que la matemática plantea problemas de carácter filosófico que no interesan en sí al matemático.

P. Usted me dijo en cierta ocasión que el surgimiento de una interrogación real supone una especie de obsesión que a veces aleja del trabajo empírico. ¿No tendríamos aquí un criterio de la diferencia entre el científico que alcanza los límites de la filosofía y el científico pragmático que apunta a la experiencia y pretende que el esfuerzo filosófico, no susceptible de corroboración experimental, es, en definitiva, vano?

R. En ocasiones se ha hablado de inflación experimental y que la única salida está en que los científicos se entreguen a una auténtica reflexión teórica, pero también he citado a Heidegger: "La ciencia no piensa... porque el pensar no es objetivo...".

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