Buena ingeniería
El protagonista es un barco. Un modelo a escala de un galeón del siglo XVII, con 8,5 metros de largo -eslora- por nueve de alto, según nos dicen. Unos buenos motores -silenciosos, precisos, suaves- lo hacen girar sobre sí mismo y lo trasladan de un lado a otro del escenario; cabecea, oscila. Como en un parque de atracciones. La principal admiración que produce este espectáculo es su ingeniería.En ese barco están los piratas y sus cautivos(as). Como en el principio del Technicolor. Falta Errol Flynn, pero el tema es el mismo: el amor entre la bella cautiva y el apuesto pirata. Amor, claro, imposible, porque son de religiones y de clases sociales distintas; su unión, según los canónes, termina en la muerte violenta. El fondo es la injusta expulsión de los moriscos. Este amor, como las batallas, las esperanzas, las decepciones y todo lo demás, se dice cantando: es un musical. La historia se le ocurrió a Ángel Guimerá (Santa Cruz de Tenerife, 1849-1924; educado en Barcelona); Mar i cel fue una obra unánimemente admirada en 1890. En el teatro castellano sus obras más famosas fueron las traducciones de Tierra baja y María Rosa: aún recuerdan al actor Enrique Borrás las personas de una cierta edad. Y a Ricardo Calvo. Mar i cel ha sido reescrita en verso catalán por Xavier Bru de Sala; y de esa adaptación, al verso castellano por Guillermo Ramos. Es ripioso ese verso, y a veces cómico sin quererlo. Puede que sea inevitable en todo el teatro musical, fficluida la ópera, pero en idiomas extranjeros somos menos conscientes. En el nuestro, y en este año, es algo terrible.
Mar y cielo
De Xavier Bru de la Sala, sobre un texto de Ángel Guimerá. Traducción castellana de Guillermo Ramos. Música de Ángel Guinovart. Intérpretes: Juan Antonio Vergel, Nuria Mampel, Daniel Ramos, Xavier Ribera, Miguel Periel, Fulgenci Mestres, Carlos Gramaje, Joan Crosas, Isabel Soriano, Pep Craz, Óscar Mas, Eugeni Soler, Xavier Calderer, Joan Torres, Emili Ametller, Carme Cuesta, Roser Batalla, María Rosas, Maria Josep Besson, Muntsa Rius. Compañía Dagoll Dagom. Dirección musical: Xavier Casademunt. Escenografía y vestuario: Isidre Prunés y Montse Amenós. Dirección: Juan Luis Bozzo. Festival de Otoño, Teatro Albéniz, 14 de noviembre.
Musical sin recitados o diálogos: como una ópera. La música es de AIberto Guinovart, y está compuesta en la línea de los musicales de hoy en el mundo anglosajón: Los miserables, El fantasma de la ópera. A veces con excesivo servilismo, o de inspiración y orquestación que al espectador le pueden recordar demasiado esos precedentes. Con las distancias de voces, coros, recursos, que aqui son más pobres: todo el dinero de la producción lo embebe el barco mecánico, y es agradecido porque fascina al público. Los ripios, el tema del amor imposible, las presencias reales y cortesanas, las traiciones, las cuestiones de honor, superponen el recuerdo de las zarzuelas y de algunos musicales de la cepa española. Ni el libreto ni la música superan esa tradición: tienen sus mismos defectos.
Dagoll Dagom tiene un gran prestigio en toda España desde sus primeras creaciones; ha ido cambiando el estilo de hacer teatro, sin duda por razones comerciales, y no ha perdido ese prestigio, al menos el de presentar un producto bien hecho y bien terminado, a juzgar por las ovaciones y el entusiasmo que despertó este Mar y cielo entre sus espectadores madrileños; pero el recuerdo de lo que fue es más valioso que este remedo de musical.
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