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Tribuna:DESPUÉS DE LAS ELECCIONES
Tribuna
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La política exterior española

No es inoportuno preguntarse si nuestros partidos políticos se interrogan sobre las posibilidades de modificar o de profundizar nuestra acción exterior. Dado que en los mítines no se han invocado estos temas, el único recurso es la lectura de los programas electorales. Así, el PSOE, en una postura no exenta de lógica tras siete años de Gobierno, expone su propuesta de paz y seguridad como una continuación de lo alcanzado desde 1986. Por una parte, apoyo a políticas iniciadas: culminación del espacio único europeo y respaldo universal a todos los procesos de paz y democratización, aunque llama la atención el poco espacio dedicado a los procesos en curso en Europa del Este. Por otra parte, impulso a lo escasamente iniciado pero en fase de desarrollo: profundización de la cooperación. Es, inevitablemente, un programa hecho desde el partido para el Gobierno.¿Cuáles son las opciones de la oposición? El Partido Popular se dedica básicamente a la crítica de la labor gubernamental, cuya política exterior es calificada de errática, oscura, oportunista, y cuyo objetivo único es defender sus propios intereses y no los nacionales. Su aportación más original es el entendimiento del pilar europeo como la armonización absoluta entre la OTAN y la UEO. Su referencia al Este no puede ser más lacónica. Análoga es la posición de Convergéncia i Unió que, en lo europeo, pone todo su énfasis en la Europa de las regiones y en la utilización del catalán en las instituciones europeas. Pero, a diferencia del PP, atiende al tema de la cooperación, donde reclama la promulgación (le la imprescindible ley de cooperación y recuerda el compromiso de dedicar el 0,7% del PIB a esta finalidad.

La otra gran opción nacionalista, el PNV, aparte de estudiar la política exterior bajo el epígrafe "Euzkadi en el mundo", dedica atención especialísima a los cambios habidos en los países del Este. En el plano de la cooperación da un paso más adelante: no se trata sólo del 0,7% del PIB, sino que, además de este total, el 0,15% habría de destinarse a los menos desarrollados. Avanza también propuestas de desarme; la más rotunda, la reducción al 50% de los arsenales nucleares europeos. Lógicamente, insiste de forma continuada en la Europa de las naciones y de las regiones.

Recurso popular

Frente a las alternativas anteriores hay otras de carácter rupturista. Izquierda Unida, bajo el rótulo "Paz y cooperación", propone una "defensa neutral e integrada", que no define, pero que se sobreentiende como una posición de no alineamiento, ya que se reclama la retirada de la OTAN, el abandono de la UEO y la denuncia del tratado con Washington, acompañada del desmantelamiento de las bases militares; conjunto que se conseguiría mediante el recurso a consecutivos referendum; lo que supone un desconocimiento de su carácter consultivo en nuestra Constitución y un tratamiento abusivo del recurso popular en materias internacionales. Se pone énfasis especial en la defensa de los derechos humanos y en los mecanismos de solución pacífica de conflictos; en este aspecto, sorprende la escasa y mínima referencia a la evolución en Europa del Este. Asimismo, llama la atención la inclusión de ciertos temas, cuya elucidación no pasa por la política exterior; así, entre otras, la demanda de la eliminación de la pena de muerte en las legislaciones nacionales, o,por citar otro ejemplo, la incorporación a nuestra política exterior de la defensa del principio de autodeterminación, principio éste cuyo acatamiento se deriva ya directísimamente de nuestra condición de miembro de las Naciones Unidas. Irrealista es el apoyo de ingreso de Austria en la CE para 1993, y la de Chipre y Malta cuando estos países lo soliciten. Finalmente, resulta contradictoria la invocación de nuestra condición de socio de la OTAN y de la UEO, para resolver el contencioso sobre Gibraltar, al tiempo que se preconiza el abandono de estos instrumentos militares. El programa de Izquierda Unida concluye instando la realización de una política exterior coherente y creíble.

Por último, el Centro Democrático y Social es el único partido que,quizá nostalgia de un pasado protagonístico, invoca continuarriente la necesidad de un consense, básico en nuestra política exterior que integre los intereses nacionales a través del interés expresado mayoritariamente en las Cortes Generales, como medio de lograr la deseable unidad deacción estatal. Una primera parte del programa se dedica a la crítica de la acción gubernamental, que, según el CDS, utiliza la política exterior como un "elemento de propaganda en política interna". Su planteamiento frente a la CE es tajantemente negativo. Se pide, entre otras cosas, la "revisión total" de las condiciones de integración de nuestra agricultura en la comunitaria, para, finalmente, expresar opinión tan visceral como la que sigue: "Eiaropa es poco más que una realidad económica en elaboración". Su propuesta de "paz y seguridad" pasa por: apoyo a la opción triple cero, revisión de los programas de fabricación de armamento y supresión (denuncia) de la cláusula de renuncia a solicitar información, por parte de España, a los buques norteamericanos que hagan escala en nuestros puertos. A los países del Este se les dedican unas escasas seis líneas, junto a una propuesta llamativa por lo que tiene de desconocimiento de los mecanismos institucionales acordados: "España procurará, dentro de su grupo regional, acceder al Consejo de Seguridad de la ONU". Por el contrario, las propuestas del CDS en materia de cooperación son de un realismo muy pertinente, así como su análisis de la necesaria reforma del servicio exterior del Estado.

Control eficaz

De todo lo anterior se desprende, aparte del interés electoral rigurosamente coyuntural, que, aunque sea muy dificil, aquí y ahora, cambiar nuestra política exterior, sí es posible su modificación, en algunos puntos concretos, y su mejoramiento, en otros. Todo ello sin necesidad de recurrir a la práctica de un consenso que ya pertenece a la historia de nuestra transición democrática. Lo cual no quiere decir que el artículo 97 de la Constitución ("El Gobierno dirige la política interior y exterior") sea una fórmula inmovilizadora. Los parlamentarios, mediante una utilización más ágil e inteligente de los reglamentos, práctica casi inédita hasta la fecha, deberán ejercer una acciónde control eficaz, y también, en la medida de lo posible, de participación en la elaboración de la política exterior.

En el terreno de lo concreto todo apunta a que una principalísima función de nuestra diplomacia consistirá en el desarrollo de la cooperación. Urge, por tanto, la promulgación de la ley de cooperación, junto con la reserva sobre el PIB hasta alcanzar el prometido 0,7%, en un ritmo ya iniciado. Junto con la cooperación, nuestra función en Iberoamérica pasa por los meridianos de la pacificación, la democratización y la superación de la deuda externa. No podemos hacer contribución mejor a los fastos del V Centenario.

Pero el resto, incluyendo nuestros contenciosos tradicionales con el Reino Unido y con Marruecos, pasa por la dimensión europea de nuestra política exterior, la propia y la comunitaria. Pero, dentro de ese resto, el futuro se Dama Centroeuropa. Desde la indagación de nuevas ideologías, vista la caducidad de las esclerotizadas, hasta una visión transformadora de la defensa: desarme nuclear, estratégico y convencional; desarme de pactos niilitares; desarme de áreas geográficas; desarme de mentalidades ancladas en la agresividad de la guerra fría. En esta visión de futuro, muchas propuestas partisanas pueden integrarse en una visión general de nuestra diplomacia. Con el desarme de muros fisicos y también doctrinarios, incluso la Europa del espacio único puede devenir rápidamente en un objetivo demasiado limitado. La única forma de prepararse para el futuro radica en ir removiendo comportamientos que pertenecen al pasado, por próximo que éste nos parezca. En esta perspectiva, la política exterior de España y de cualquier otro país en la órbita europea sólo podrá elaborarse y llevarse a la práctica en un marco cada vez más interdependiente y más global. ¿Estamos preparados para el futuro?

Roberto Mesa es catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense.

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