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José Hernández: "Nunca se llega a nada"

El pintor, de 45 años, es desde hoy el académico más joven de Bellas Artes

José Hernández (Tánger, 1944) es a partir de hoy el académico más joven en la historia de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Pintor de una trayectoria tan original como exigente, "tangente a las modas" piensa que "nunca se llega, la vida del artista es una continua curiosidad y búsqueda". Premio Nacional de Artes Plásticas en 1981, la crítica le considera un virtuoso de la imaginación y de las formas. La Academia para él "es un símbolo, y bien nos iría a los españoles si cuidáramos de los símbolos que definen nuestro patrimonio común".

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"Cuando los símbolos se convierten en siglas se produce la confusión. La Academia es un símbolo importante, siempre lo he pensado, y sería lamentable que nuestra sociedad prescindiera de ella". El hecho de ser el miembro más joven de una institución que se ha caracterizado por asumir con un cierto retraso la personalidad y la obra de los artistas forma parte, para él, "de un proceso que no ha comenzado conmigo; en este caso no se puede utilizar el tópico del aire fresco, la Academia está suficientemente ventilada: las últimas incorporaciones, como Luis de Pablo, Julio Hernández o Antonio Fernández Alba, son gente interesantísima. Por otro lado, por parte de los académicos más mayores he tenido una acogida extraordinaria, tanto que, en mi ignoracia, me ha desconcertado, al no esperarla".

Bocetos verbales

Su discurso de entrada, que será contestado por el pintor Luis García-Ochoa, supone una cierta ruptura con la tradición, tanto por la brevedad de los apartados de agradecimientos y elogios cuanto por estar compuesto de fragmentos de sus anotaciones del trabajo diario. "No existe ninguna premeditación en ello, es sencillamente lo más íntimo que yo puedo ofrecerles a mis compañeros de la Academia. Son bocetos verbales de cuadros, sueños visuales, imágenes más que pensamientos; y están transcritos directamente de mi cuaderno de apuntes". A las instituciones se ha de acudir, piensa, "a trabajar, que es una forma de aprender y de alimentar la curiosidad. Posiblemente mi labor esté adscrita a la sección de Calcografía Nacional, por la importancia que el grabado tiene en mi obra. No sé si será arriesgado que entre gente relativamente joven, pero considero muy interesante que la Academia cuente con aquellos artistas que aún están en una cierta búsqueda de su identidad, aunque contraste con tiempos anteriores. Puede que esto transforme la institución, en el mismo sentido que ha ocurrido con el Círculo de Bellas Artes, que ahora es lo que en los países nórdicos son las casas de los artistas".

Trabaja con disciplina de monje en un estudio tan ordenado como los anaqueles de una botica. Rodeado de cráneos de animales, estampas de santos de la imaginería popular y pequeñas notas en las que se recogen minucias necesarias: ¿dónde están los tornillos del tocadiscos?, ¿qué hay que comprar en la droguería?, o simplemente una fórmula de color que a la tarde se ha de experimentar con paciencia. "Para mí, el orden es imprescindible. El orden y el profundo conocimiento de mi oficio. Yo preparo todo lo necesario para pintar, desde el lienzo hasta la pintura. Recojo fórmulas arcaicas y las experimento, las pruebo aunque nunca las vaya a utilizar en mi obra. En ocasiones, este estudio parece el laboratorio de un alquimista".

Se ha tomado su trabajo en serio, "lo cual no quiere decir que no me divierta pintando, todo lo contrario". En estos tiempos se valora más el acto de crear que la manera de hacer, ahí esta el punto en el que yo podría discrepar. Insisto mucho en la técnica. Todavía me sigue emocionando un texto bien escrito, con la puntuación debida, y un cuadro bien hecho, aunque el cuadro represente cualquier cosa".

Esta postura podría hacer pensar en una cierta añoranza de tiempos mejores; sin embargo, "no hablo del retorno a nada. Simplemente hay que recoger lo bueno y ponerlo a consideración. El arte hoy se detiene poco en la elaboración. No es que haya que retornar al Renacimiento, sino que la propia marcha de los tiempos hará que la gente elabore las cosas, aunque sea con un ordenador".

Pecar por exceso

Sobre el aluvión de tendencias, modas y continuos cambios que califican el presente del mundo del arte, y la apreciación que dentro de él recibe su propia obra, José Hernández, adopta una postura de cierto escepticismo. "Siempre se anda tangente a todo lo que ocurre alrededor de uno. Pero las cosas han de pasar por mi filtro. Hago una pintura, en principio, sincera, porque no sé hacer otra. Y con una idea de lo que quiero hacer, ya me pillarán el aire. No me preocupa, yo no sé lo que es llegar. Soy premio Nacional de Artes Plásticas de 1981. Si me pregunta cómo me afectó eso el día antes o el día después, la verdad es que no lo sabría decir. En este país somos tantos, y los hay tan buenos, que casi es una lotería que te toque a ti".Para hacer aún más patente su teoría de la no nostalgia, concluye: "Esta sucesión vertiginosa de las corrientes pictóricas desdibuja el sectarismo de los movimientos muy definidos, y eso es bueno. Es bueno porque en arte se peca más por defecto que por exceso". Teoría también aplicable al barroquismo sincrético de sus metáforas pintadas.

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