Krenz y el pueblo
SIGUIENDO -COMO estaba previsto- el protocolo y los trámites legales, Egon Krenz ha sido elegido nuevo jefe de Estado de la República Democrática Alemana y presidente del Consejo de Defensa Nacional. Como en la etapa de Honecker, una misma persona representa la máxima dirección del partido y los más altos cargos del Estado. Pero sería precipitado deducir de ello que existe continuidad entre Honecker y Krenz. Dos hechos significativos han acompañado la elección del nuevo presidente: 52 diputados han votado en contra, o se abstuvieron, rompiendo así la unanimidad tradicional en el Parlamento de la RDA y, sobre todo, se produjeron, una vez más, numerosas manifestaciones en Leipzig, Dresden, Berlín y otras ciudades, pidiendo libertad y reformas.Esos dos factores -presencia de los ciudadanos en la calle y división dentro del partido comunista y del conglomerado que sostenía al viejo régimen- han sido decisivos en los procesos de democratización que están permitiendo a Polonia y Hungría liberarse del sistema del socialismo real y hacerlo, además, con un mínimo de violencia. En la RDA esos factores aparecen ya con mucha fuerza, y todo indica que cobrarán mayor vigor.
El nuevo líder se presenta -y está obligado a ello- con talante reformador, aunque su pasado no le acredite tal vocación. ¿Podrá cumplir un papel semejante al de Jakes en Praga, es decir, hablar de reforma para que todo quede igual? Es poco probable. Los aires de cambio que soplan desde Varsovia y Budapest y las manifestaciones en las calles alemanas -toleradas ya por la policía- tienen un efecto multiplicador. La táctica definida en los primeros discursos de Krenz consiste en hacer concesiones sobre aspectos concretos -viajes al extranjero, mejora del abastecimiento-, pero soslayando lo decisivo: el reconocimiento del pluralismo y la legalización de los nuevos partidos o movinúentos. Para el nuevo hombre-Estado de la RDA, el término oposición no tiene significación. Admite, eso sí, el que existan individuos con ideas propias. Un diálogo del poder con los ciudadanos, sin reconocimiento del pluralismo político, es, en realidad, la coartada clásica de los autoritarismos que se visten con ropajes liberales.
No parece que esa táctica pueda ser efectiva ante la rapidez con la que se están organizando las corrientes de oposición en la RDA. Ya se ha constituido, al lado del Nuevo Foro y de otros grupos, el partido socialdemócrata, hecho al que ha dado una acogida favorable el partido socialdemócrata de Alemania occidental. Además -como se puso de relieve en el Parlamento- los partidos que han sido hasta ahora dóciles peones de los comunistas quieren independizarse. De ellos partieron los votos que le impidieron a Krenz la elección por unanimidad. Fue precisamente el viraje de los partidos ex satélites en Polonia lo que obligó a los comunistas a aceptar un Gobierno no encabezado por ellos. Si es cierto que el caso de la RDA es distinto, también lo es que está en marcha un proceso hacia un pluralismo efectivo dificil de detener.
Otro factor a tener en cuenta es el interés que suscita la evolución política de la RDA en los distintos Gobiernos, desde Moscú a París, de La Haya a Londres, y muy particularmente en Bonn. Existe un gran deseo de que la transición se opere sin traumas, facilitando el encauzamiento por caminos de racionalidad y evitando las reservas -más o menos públicas- que subyacen tanto en el Este como en el Oeste ante las nuevas perspectivas de una hipotética reunificación alemana. Una transición política que contribuya definitivamente a las relaciones de nuevo tipo que son necesarias entre las dos partes de una Europa dividida desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Si excluimos la hipótesis catastrofista de un retorno a métodos represivos violentos, Krenz tendrá que adaptarse a la realidad y aceptar un diálogo sin trucos, en el que la legalización de los nuevos partidos sea el punto de partida de una democratización irreversible y deseada por todos.
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