Al pleno

El Club de Música San Juan Evangelista se lo merecía. Se merecía este homenaje apasionado del flamenco, que a lo largo de las dos últimas décadas tuvo allí tantas noches un lugar para el encuentro y la comuniónjonda. Y volvió a ser templo para el ritual, y se produjo una vez más esa comunión, la rara complicidad entre oficiantes y público necesaria para que este arte se produzca en su máxima intensidad.Noche redonda, para el recuerdo, sin un solo desfallecimiento en la plenitud del ejercicio jondo, desde el primer toque por soleá de Pepe Habichuela hasta el último grito por seguir¡yasde Menese. El público -lleno hasta la bandera, con quizás tantas personas en pie como sentadas- vivió en permanente tensión todo lo que ocurrió entre uno y otro momentos, pasando una y otra vez del silencio emocionado, casi litúrgico, a la exak tación de lo lúdico, al goce incontenible, a la clamorosa muestra de la gratitud sin límites.

Duendes flamencos

Ángeles y duendes flamencos nos hicieron vivir una de esas noches que nos confortan y nos hacen olvidar tantos sinsabores y mezquindades de otras ocasiones. Quienes tuvimos el privilegio de encontrarnos allí -que privilegio fue, ciertamente- dificilmente olvidaremos el estremecedor cante por tarantas y por seguiriyas de Carmen Linares, recogiendo su voz, cantando con lacerante intensidad para ella misma, que es la mejor manera de cantar para los demás; ni el corazón que puso a su cante Naranjito de Triana, un hombre por lo común cerebral, esta vez entregado a tumba abierta a la pasión y el riesgo de la grandeza auténtica; ni la voz terrible de José Menese en el Romance de Juan García, que precisamente en el Colegio Mayor San Juan Evangelista y otros centros universitarios impusiera en tiempos como bandera de rebeldías reprimidas.Todo ello, repito, en el contexto de una noche absolutamente gratificante. Pues tampoco es para el olvido el baile lleno de gracia, de fierza y de sensibilidad de Tolea, a quien nunca habíamos visto tan en plenitud, y revelándose además como excelente cantaora.

Pepe Habichuela hizo en concierto un toque brillante, muy ortodoxo aunque con su acento personal inconfundible. Chano Lobato puso corazón y sabiduría en unos estilos que domina de maravilla, comos esos increíbles tanguillos gaditanos de Las viejas ricas. Y Cancanilla de Marbella, Antonio Carbonell, Montoyita, Tupé, Paco Cortés y Enrique de Melchor, magníficos en los respectivos acompañamientos. Todo, todo, al pleno.