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Apatía y desinterés en Brasil ante las elecciones presidenciales

Los brasileños se muestran apáticos y desinteresados frente a las elecciones presidenciales del 15 de noviembre, pese a que no hayan escogido a su presidente en los últimos 29 años. Según los sondeos, hay un gran número de candidatos empatados y un elevado porcentaje de indecisos entre los 82 millones de electores, un récord para las democracias occidentales.

Otro récord de los brasileños es el plazo de tiempo, 14 años, que lleva su transición hacia la democracia del régimen militar. Se tiene como fecha inicial el proceso de distensión y apertura política del Gobierno del general Ernesto Geisel, en 1975. Pero la amnistía política, la abolición de la censura, la reorganización legal de los partidos políticos y la redacción de la nueva Constitución ha sido un penoso proceso. José Sarney, el primer presidente civil después del golpe militar de 1964, no fue elegido directamente.Entre los países suramericanos, Brasil es el último en elegir en las urnas a su primer mandatario. La segunda vuelta de las elecciones brasileñas, disputada entre los dos candidatos mejor situados, se realizará en diciembre, tres días después de las elecciones en Santiago de Chile. Mientras tanto, países como Argentina y Perú, que también experimentaron regímenes militares en las últimas décadas, ya están en la segunda elección presidencial directa.

Parte de la responsabilidad por ese retraso se debe probablemente a la extraordinaria cautela con que los militares brasileños han asegurado su viaje de regreso a los cuarteles. Otro factor que pesa en la reorganización política de este país es el hecho de que la renovación de personalidades de dimensión nacional empieza en estas elecciones presidenciales.

Algunos de los candidatos, como Leonel Brizola o Ulyses Guimaraes, ya eran políticos conocidos en la década de los cincuenta. Otros más jóvenes, como Fernando Collor de Melo o Guillermo Afif Domingos, capitularon frente a las costumbres políticas brasileñas y prefieren el camino del personalismo al de las plataformas sostenidas por partidos políticos.

Desconfianza

Dos formaciones de izquierda y centro-izquierda -como la de los Trabajadores, liderada por Luis Ignacio Lula da Silva, y la Socialdemócrata, del senador Mario Covas- no pueden ser comparadas todavía con los partidos políticos europeos, incluso si se esfuerzan por establecer raíces orgánicas y postular su campaña electoral sobre plataformas políticas y programas de gobierno. En sus tendencias mayoritarias, el electorado brasileño demuestra todavía fuerte paternalismo político y apego al populismo."Vivimos en este momento expectivas sin esperanzas y ni siquiera las elecciones presidenciales entusiasman a nuestros ciudadanos", declara el respetado jurista Raymondo Faoro, que escribió en 1958 un brillante estudio político titulado Los dueños del poder y que sigue siendo bastante actual.

Hay una amplia desconfianza en la población frente a los políticos. En los últimos tres años, desde la elección del actual Congreso, diputados y senadores han proporcionado un triste espectáculo de negligencia, omisión frente a asuntos importantes, favoritismos de causas propias y discursos inflamados pero no muy bien conectados con la realidad. Hay muchas excepciones, pero los poderes otorgados por la nueva Constitución al. Legislativo permiten afirmar que la tarea del nuevo presidente, teniendo en cuenta la composición del actual Congreso, será casi imposible.

Después de manifestaciones populares de gran alcance, como las que exigían la vuelta de las elecciones directas para presidente en 1984, el hombre de la calle parece haber percibido en Brasil que el nuevo presidente tendrá pocos instrumentos para cambiar de manera rápida o radical la profunda crisis social y económica que vive el país y reacciona de manera coherente. El último debate televisivo entre los principales candidatos a la presidencia, salpicado de acusaciones personales e insultos callejeros, tuvo escasa audiencia entre electorado.

Se espera que en la segunda etapa de la elección, cuando se enfrenten los dos candidatos mejor situados, habrá más movilización popular. Pero a juzgar por la mala opinión que se manifiesta sobre los políticos en general, el primer ocupante del palacio de la Alborada, escogido directamente en 1960, podría ocupar su futurística oficina ya como un hombre derrotado.

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