El día en que Noé pescó una merluza
Borracho como una cuba Noé se desnudó. Tal es el incidente que nos cuentan las traducciones occidentales del capítulo 9 de El Génesis. Cam, hijo de Noé, juzgó el espectáculo dado por su padre como bochornoso y con crecido enojo condenó la falta de respeto de su progenitor hacia los demás. Éste no fue el parecer de Sem y Jafet, hermanos de Cam, que sin entrometerse a fiscales, pero dejándose gobernar por la misericordia, trataron a su padre en aquel trance con ternura y comprensión. Para que no se resfriase, echándole un capote, le cubrieron con una manta. Cuando Noé se despertó y supo lo sucedido tirando las patas por alto y ladrando a la luna mandó a la porra a su hijo criticón. Los denuestos y rabotadas del padre tufillas al pobre Cam fueron vertidos a nuestras lenguas por estos lares de forma disparatada: se aseguró que Noé condenó sin apelación posible a su hijo y a todos sus descendientes a ser los esclavos de sus hermanos por los siglos de los siglos.Estoy escribiendo a unas manzanas de Harlem, en una isla estadounidense, Manhattan, que mucho sabe de este relato bíblico y de la multitud horrible de sus culpas.
En verdad la trifulca entre Noé y su hijo no hubiera tenido una mayor transcendencia si no hubiera intervenido, sin que nadie le diera vela en semejante entierro, una Iglesia arcaica y con ramos de blasfemia. A mi parecer ésta hizo una mala lectura del texto sagrado y dedujo de ella, como se podía temer, una peor interpretación. Como consecuencia de estos dislates, los padres de la Iglesia se reunieron en concilio y, desmadrados, explicaron las invectivas de Noé. Aprovecharon la circunstancia para decretar que el género humano se divide en tres trozos que forman los semitas que integran los jaféticos (ambos "buenos") y que constituyen los camitas (los "malos"). Siguiendo tan tortuoso razonamiento y haciendo eses como convenía a los exégetas de Noé estatuyeron que los descendientes de Cam eran los negros y que por lo tanto era justo y hasta bíblico que los descendientes de Sem y Jafet hicieran de ellos sus esclavos. Este análisis eclesiástico de las palabras y gestos de un tumbacuartillos hecho una uva (según la opinión conciliar... que no la mía) iba cimentar el más horroroso crimen de la historia. Desde su fundación, los Estados Unidos sentirían en su propia carne la marca candente de esta artificial división de los hombres en amos y esclavos. Ahora desde mi balcón neoyorquino, al contemplar a la muchedumbre, me parece todavía vislumbrar los coletazos de este torbellino de atropellos.
A algunos les sorprenderá que la Iglesia aun gastando figura de solemnidad tomara con tanta gravedad las maldiciones de un alumbrado. No tenía más remedio pues no podía enmendar la plana al mismísimo Jehova: me atrevería a decir que Dios tuvo una descarada debilidad por el bueno de Noé. Dice El Génesis que "Noé halló gracias a los ojos de Jehová", pues no en balde era "varón justo, perfecto". Quizás por ello no sólo le salvó del Diluvio Universal, sino que le permitió engendrar a sus tres hijos sin problemas de próstata, al cumplir sus 500 años. Dice la Biblia que "Noé siempre caminó junto a Dios", leáse incluso cuando iba ajumado y entre dos luces.
Pero permítaseme decir que Noé no era un beodo sino un original. Por eso, gracias a un pasmoso frenesí transitorio sondeó el inconsciente en público. Se desprendió de su ropa y de sus prejuicios y bailó toda la noche desnudo. Inventaba el primer Carnaval. Y esto a Dios le hizó tilín. No deben extrañarnos estas pasiones divinas revueltas con las brutalidades que nacen de nuestras miserias humanas. Todos los místicos lo han repetido hasta la saciedad: "Dios elige a los locos para confundir a los cuerdos".
Noé, aquel día de locuras, travesuras y desnudeces, comprendió que necesitamos fiestas, carnestolendas, entierros de la Sardina y poetas malditos e insumisos, interpretando el sublime papel de "imprecadores" o de perturbadores. Siglos después el Justo entre los justos, el rey de reyes Salornón proclamaría: "Soy el más loco de los hombres".
Noé en el día de su rebelión festiva trazó el sendero que recorrerían los mejores para estupor de los sabihondos y jolgorio de los inocentes: Sartre, distribuyendo en pleno Barrio Latino su periódico El Idiota Internacional (publicación de la que me honro perteneciendo al comité de redacción). Lacan actuando histriónicamente en el manicomonio de Santa Ana, Tristan Tzara, fundando el dadaísmo, Dalí celebrando la teoría de las catástrofes. Por ello William Blake tuvo que reconocer que " si algunos no actuaran como locos no podríamos ser formales".
Tentados estamos de recusar al insumiso, al que no respeta las reglas del juego, al que no se postra bajo la más sagrada norma de hoy: la compostura... por no decir el conformismo. Pensamos que al original le falta un tornillo. En la Edad Media se creía que tenía uno de más: por eso había que extraerle "la piedra de la locura" tras una incisión en la cabeza tal y como nos lo muestra Gerónimo el Bosco.
Noé fue el loco de El Génesis. Con él se inicia la poesía y el anticonformismo. Los profetas ensalzaron esta vía difícil y exigente: "Que el que parezca cuerdo se vuelva loco para ser cuerdo".
Hoy que se nos exige tanta circunspección y cordura ¿qué pensaría Noé si resucitara en medio de nuestras tristes y flácidas mojigangas sin chicha ni limoná?. Seguramente diría aquellos famosos versos que recita Batillo, el gracioso de la comedia mitológica de Calderón El hijo del sol, Faetón:
"Pero si un tonto me era, he quedado hecho dos tontos".
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