Clasicismo
La ausencia de casta en el ganado impidió un resonante triunfo de Fernando Cepeda. Hubo triunfos sí, pero el diestro, que estuvo toda la tarde en línea con el mejor clasicismo, no pudo abrir la Puerta del Príncipe, al rajarse sus oponentes, cuando las faenas se encontraban en los momentos culminantes.El primero, de Fermín Bohórquez, tuvo clase, pero muy poca fuerza. El diestro lo toreó sobre la derecha con muletazos pletóricos de torería. Por el izquierdo, se quedaba corto, lo que le impidió redondear una gran faena. En el segundo, de El Torero, con genio, estuvo Cepeda por encima de su enemigo. El tercero, de Bohórquez, fue incierto y probón, y la labor del de Gines no pudo tener brillo. El cuarto, de El Torero, fue manso. Lo lidió con maestría, pero no era posible el lucimiento.
Varias ganaderías /Cepeda
Toros: 1º y 3º de Fermín Bohórquez, 2º, 4º y 6º (sobrero) de El Torero y 5º de Juan Pedro Domecq, de juego desigual. Fernando Cepeda, único espada: oreja; ovación; silencio; silencio; oreja; vuelta.La condesa de Barcelona presenció la corrida desde el Palco del Príncipe. Plaza de la Maestranza, 12 de octubre.
En el quinto, de Juan Pedro Domecq, la plaza en pie y la música conmemoraban el toreo a la verónica en su más genuína pureza. Inició su labor con la flámula, con un pase cambiado, para torearlo en redondo, dándole la distancia, dejándose ver y con gran hondura. ¡Una maravilla! En el momento más brillante, el toro se vino abajo y le impidió cortar las dos orejas que el público reclamó con fuerza, pero que el usía, con buen criterio, no concedió.
El sexto, sobrero de El Torero, menos franco, también se rajó, cuando Cepeda le estaba bajando la mano con dominio. Una buena tarde del sevillano, que por su labor debió ser apoteósica, si los toros hubieran aguantado la pelea completa.
Babelia
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