_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fracaso

CONTRARIAMENTE A las declaraciones hechas por la Casa Blanca en un primer momento, una serie de datos publicados en la Prensa de EE UU, y en los debates del Congreso, evidencia que las tropas norteamericanas no han sido ajenas al golpe militar del pasado 5 de octubre contra el general Noriega. A pesar de las contradicciones entre las diversas versiones en circulación, parece incuestionable que EE UU estaba al corriente, con varios días de antelación, del golpe proyectado, y que tropas norteamericanas del Comando Sur prestaron una ayuda concreta: bloquearon dos de las rutas que conducían al cuartel en el que los sublevados se habían hecho fuertes. Pero cuando éstos -que tuvieron a Noriega en sus manos durante cuatro horas- esperaban recibir una ayuda más decisiva, los norteamericanos no se decidieron a darla. Se discute mucho sobre la causa de esa pasividad: carencia de plan, indecisión de Bush, falta de coordinación... El caso es que Noriega tuvo tiempo para rehacerse y, con la llegada de tropas que le eran fieles, aplastar a los rebeldes.Estos hechos y las explicaciones dadas por las autoridades de Washington provocan inquietud en el mundo, y sobre todo en países que, como España, tienen gran interés en los avances de la democracia en América Central. Si en la condena de la tiranía corrompida de Noriega coinciden plenamente los Gobiernos de EE UU, América Latina y Europa, hay, en cambio, serias diferencias entre ellos sobre la mejor manera de ayudar al restablecimiento de la democracia en ese desgraciado país. Dentro de los problemas de Centroamérica, Panamá es un caso especial porque tiene en su territorio 12.000 soldados norteamericanos, en principio para garantizar la seguridad del Canal, pero que circulan por las calles de la misma capital. Ello otorga a EE UU posibilidades especiales para ejercer su influencia, y a la vez, una gran responsabilidad.

Esa presencia militar de EE UU provoca en amplias capas sentimientos nacionalistas exacerbados, en los que se apoya Noriega -como antes lo hizo Torrijos- para justificar sistemas de gobierno completamente antidemocráticos. En ese marco, los esfuerzos de Washington para derribar a Noriega han ido de fracaso en fracaso. Y no hay signos de voluntad de enmienda. La declaración del secretario de Estado norteamericano, James Baker, en el sentido de que "EE UU mantiene la opción de usar sus fuerzas militares" para derribar a Noriega es intolerable por parte de un Estado miembro de la ONU. Es algo equivalente a la doctrina Breznev -que Gorbachov ha repudiado-, en virtud de la cual la URSS derribó Gobiernos que no le gustaban. Cuando llega la hora de su aplicación, Bush debe tener en cuenta a su propia opinión pública, que se opone mayoritariamente al empleo de soldados norteamericanos en el extranjero. Así se desemboca en la pasividad, los titubeos, la farsa trágica del pasado 5 de octubre, y con terribles consecuencias: liquidación por Noriega de los militares partidarios de un restablecimiento democrático, imposición de unas leyes de guerra que refuerzan los rasgos dictatoriales de su régimen y desmoralización de muchos demócratas que acusan a EE UU de haber animado a los militares a sublevarse para dejarles luego en la estacada. En estos momentos de tragedia para el pueblo panameño es fundamental que se refuerce el aisla.miento internacional del régimen de Noriega y la presión de Gobiernos y opinión pública para frenar la represión y exigir respeto a los derechos del hombre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_