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La última batalla del marfil

Expertos de más de 100 países debaten sobre el peligro de extinción de elefantes y rinocerontes

La última batalla en la guerra por salvar de la extinción a los elefantes y rinocerontes negros de África se va a librar a partir de hoy en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies de Fauna y Flora Salvajes Amenazadas de Extinción (CITES), que se celebra hasta el próximo día 20 en la ciudad suiza de Lausana. Unos 800 expertos de más de 100 países, partidarios y adversarios del comercio de marfil, tratarán de llegar a un compromiso sobre este asunto, que sólo en África causa la muerte de 70.000 elefantes al año.

Al ritmo actual de capturas y muertes de elefantes para extraerles y comercializar sus colmillos, la población de esta clase de animales (unos 625.000) disminuirá a la mitad en los próximos 10 años. Muchos Gobiernos de países africanos han adoptado medidas para prohibir el comercio de marfil. La Comunidad Europea y Estados Unidos han suspendido las importaciones de este material y Kenia y Tanzania han interrumpido sus exportaciones.Un acuerdo no va a ser fácil, según ha comentado el secretario general de CITES, Eugene Lapointe, "ya que hay representantes de algunos países africanos que se oponen a la prohibición y creen que puede llegarse, como última medida, a un control del comercio de marfil". Entre estos países destaca Zimbabue, que se ha constituido al frente de un cártel de otros pequeños países.

Para los representantes de esta postura, la prohibición del comercio de marfil provocará la consolidación del mercado negro y el aumento de los precios. El precio actual de un kilo de marfil se cifra en 250 dólares (unas 30.000 pesetas), cantidad que corresponde a las ganancias anuales de un trabajador en muchos de estos países africanos.

Sin resultados

Hasta el momento, todos los intentos de controlar la caza de elefantes paralelamente a un endurecimiento de las leyes que castigan esa práctica no ha dado el resultado deseado. En Kenia, por ejemplo, donde la economía depende en gran parte del turismo, se acaba de publicar un decreto por el que se autoriza a la policía que custodia los parques nacionales a disparar contra los cazadores furtivos.Sin embargo, estos cazadores cuentan con armas automáticas y modernos medios de transporte y comunicaciones para realizar sus cacerías. Además, cuentan en la mayor parte de los casos con la protección de personalidades instaladas en instituciones del Estado. De acuerdo con los responsables de la Sociedad de Preservación de Kalahari, esas circunstancias permiten a los cazadores furtivos burlar muy fácilmente la ley.

La paradoja que se va a plantear en la reunión es que mientras las organizaciones de protección de fauna y flora ven, por ejemplo, a los elefantes y rinocerontes como animales preciosos a los que hay que proteger por razones éticas y estéticas, los campesinos africanos, que ven sus sembrados sistemáticamente destruidos por la sequía y por los propios elefantes, los consideran como una peste, a la vez que como fuente de ingresos.

Exportaciones a Asia

Los colmillos de un elefante valen mucho más dinero que lo que puede obtener un campesino por la venta de sus productos agrícolas obtenidos en dos años. Aproximadamente el 90% de los colmillos de los elefantes se exporta a Japón, Singapur y Hong Kong donde el kilogramo alcanza la cantidad de 30.000 pesetas.La convención de Lausana estudiará también el peligro de extinción del rinoceronte negro de África, los cocodrilos de este continente y las cacatúas de la Molucas, además de más de 6 especies de orquídeas. Participarán ministros, abogados, economistas, diplomáticos, además de representantes de organismos no gubernamentales. Está previsto que en esta reunión se aprueben 160 propuestas sobre 200 especies de fauna y flora.

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