Mecano y los demás...
Más de seis horas duró el festival contra la droga, que supuso el estreno del estadio Olímpico como escenario de conciertos musicales. Unas 65.000 personas, adolescentes en su mayoría, evidenciaron que, mientras el número de asistentes no supere el mencionado, la estructura y forma del estadio se presta perfectamente a la celebración de este tipo de acontecimientos masivos. Nadie tuvo motivos para sentirse sofocado, excluyendo quizá a los más incondicionales fans, esos centenares de jóvenes dispuestos a pasar apreturas por ver de cerca a sus ídolos.Desde el punto de vista musical, los parabienes se habrían de repartir con más cautela. El festival en sí no tuvo ni por asomo el espíritu de los festivales benéficos extranjeros de los que se ha copiado el modelo. Es difícil de explicar, pero lo cierto es que la actitud de los artistas contra un problema muy grave entre los jóvenes, la drogadicción, no sirvió para crear el feeling escénico que se ha vivido en otras ocasiones similares. Y no es tan sólo un problema de talla artística por parte de los actuantes. La ausencia de alguno de ellos en la interpretación de la última canción de la noche, ya revela desgana en rematar el festival como procede en situaciones de este tipo.
Música para Vivir 89
Danza Invisible, La Guardia, Toreros Muertos, Poch, Los Rebeldes, La Unión, Mercedes Ferrer, Miquel Bosé, Duncan Dhu, Víctor Manuel y Mecano. Barcelona, estadio Olímpico de Montjuïc, 7 de octubre.
Por otro lado, el festival tuvo muchos altibajos, producidos por una organización del cartel que no benefició el mantenimiento de un clímax continuado. Eso, cuando la distribución de artistas no perjudicó ostensiblemente a alguno de ellos, como es el caso de Danza Invisible completamente oscurecido por La Guardia. Pablo Carbonell, el carismático líder de Toreros Muertos, tuvo el mal gusto de presentar a Poch como "ejemplo de lo que las drogas pueden hacer con uno", frase que dio a la velada un regusto de picota medieval para nada justificado.
Sonido nefasto
Los Rebeldes se sacaron la espinita que la lluvia les había incrustado en el cuerpo durante las fiestas de la Mercè, y se convirtieron en uno de los triunfadores de la noche. El suyo fue un concierto vibrante, lo necesario para actuar delante de 65.000 personas. Su handicap, el mismo para todos excepto Mecano, fue un sonido nefasto que apenas permitió oír las canciones.La Unión calentó a ratos al personal, Mercedes Ferrer pasó algo inadvertida pese a su innecesaria alocución, y Miguel Bosé se metió al Estadio en el bolsillo con una sola canción. Algo parecido a lo que hicieron Mikel Erentxun o, tiempo después, Víctor Manuel, tras cuya actuación parte del público enfiló la puerta de salida.
De Mecano sólo se puede decir que fueron las estrellas de la noche porque el concierto estaba montado para ellos. En cierto modo, fue como si todos los demás artistas actuasen de teloneros, ya que el trío madrileño se llevó el mejor sonido, los mejores efectos de luz e interpretó el repertorio más largo. Para que la cosa no fuese tan descarada, Ana aludió varias veces al espíritu de la noche, que parcialmente quedó empañado ante tamaña demostración de protagonismo. Tras este festival, Mecano no tiene argumentos para replicar a los que creen que el primer beneficiado de cualquier festival benéfico es el artista que participa en él.
Babelia
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