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Demasiados novios para el Quirinal

El 'caso Ústica' se transforma en una novela de intriga política italiana

Juan Arias

El caso Ústica está a punto de abandonar su carácter de intriga internacional, con Libia por medio, para adoptar el de una compleja novela de intriga política nacional que podría desembocar, incluso, en la dimisión del inquilino del Quirinal, sede de la jefatura del Estado italiana. El actual presidente, el democristiano Francesco Cossiga, ocupaba la jefatura del Gobierno el 17 de junio de 1980, fecha de la tragedia del DC-9 de Itavia que se precipitó al mar de Ústica con 81 personas a bordo, supuestamente derribado por un misil.

Cossiga lo ha entendido muy bien cuando, el jueves, el diario ll Tempo de Roma salió a la calle con un título a toda página que decía: "El misil apunta al Quirinal", y un subtítulo que rezaba: "Por mucho menos, América mandó a su casa a Nixon". Todo ello iba acompañado de un comentario firmado por Franco Cangini. El nuevo director de un diario que ha gozado siempre de la simpatía del hoy jefe del Gobierno, Giulio Andreotti, y hoy cercano más bien al nuevo secre tario democristiano, Arnaldo Forlani, amigo a su vez del secreta no socialista, Bettino Craxi, de nuncia las ganas de algunas fuer zas políticas de "pescar en aguas revueltas". El significativo título del comentario era: "La hora de las pirañas".El jefe del Estado había ya escuchado días atrás la declaración de Libero Gualtieri, presidente de los senadores republicanos y de la comisión parlamentaria para asuntos de terrorismo,quien había afirmado que "si lo que está saliendo a la luz resulta verdad estaríamos ante una grave crisis institucional", y al presidente de los diputados liberales, Paolo Battistuzzi, quien había añadido: "En Ústica alguien dio la orden de mentir, y por menos en Estados Unidos fueron obligados a retirarse hasta presidentes de la república".

Cossiga, irritado

Oliendo a chamusquina, Cossiga, irritadísimo, descolgó el jueves el teléfono y llamó primero al actual ministro de Defensa, Nino Martinazzoli, democristiano como él, y después al mismo Andreotti, exigiéndoles que el Gobierno le diese todo su apoyo, dando a entender que de lo contrario podría anticiparse él y dimitir en un gesto espectacular.Y es que no es la primera vez que Cossiga entiende que su poltrona en el Quirinal es muy codiciada y que a no pocos les gustaría que dicho puesto quedase libre antes de 1992, fecha en que se cumplen sus siete años de presidencia. En Italia existe una regla no escrita según la cual deben alternarse en la jefatura del Estado un católico y un laico. Así, después de Giuseppe Saragat, socialdemócrata, llegó el democristiano Giovanni Leone, y tras él -obligado a dimitir- fue nombrado el socialista Sandro Pertini, a quien sucedió el actual democristiano Cossiga. Ahora tocaría a otro laico, y los dos grandes candidatos son' el socialista Bettino Craxi y el republicano, presidente del Senado y segunda autoridad del Estado, Giovanni Spadolini.

Pero como las reglas del relevo presidencial no constan en una ley constitucional, existe también la posibilidad de que a Cossiga puede sucederle su cole ga Andreotti, que vería así coro nada su larga, casi infinita, carre ra política, y que dada su edad 70 años, difficilmente podría esperar otros siete años más. En dicho caso, la Democracia Cristia na (DC) podría ofrecer en cam bio algo interesante a los socialistas.

Pero hay quien piensa que la maniobra de obligar a Cossiga a dimitir por el caso Ústica podría dañar en este caso más bien a Andreotti, ya que el peso del escándalo recaería sobre la DC, su partido, y en dicha hipótesis las otras fuerzas políticas pedirían que el sucesor de Cossiga fuera alguien ajeno a la DC.

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De cualquier modo, tanto Martinazzoli, que ha afirmado que "no habrá juicios sumarios", como Andreotti, que ha tejido inmediatamente una trama de elogios a Cossiga, han expresado su apoyo incondicional al jefe de Estado.

El temor en el Gobierno es que el caso Ústica, al golpear el Quirinal, pueda ser una buena baza para la ya anunciada operación del secretario comunista, Achille Occhetto, de abrir en el país una guerra de liberación contra la DC.

Mientras tanto, se afirma que el anciano Pertini, que acaba de cumplir sus 93 años en plena forma, tiene un sólo deseo: seguir viviendo hasta que se produzca el relevo en el Quirinal para demostrar que, cuando no lo quisieron reelegir con la excusa de su avanzada edad, tan sólo intentaban liberarse de un personaje incómodo, sin pelos en la lengua.

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