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Los embates del tiempo

Estimado en su época, casi olvidado después, el pensador político francés Alexis de Tocqueville ha recobrado, desde hace una treintena de años, nueva y seductora importancia en el ámbito de la sociología y las ciencias políticas. Los españoles debemos su repristinación.al profesor Luis Díez del Corral, que acaba de publicar su libro El pensamiento político de Tocqueville (Alianza, 1989), síntesis admirable de todo su amplio saber sobre el autor de La democracia en América. Como editor y lector de gran parte de sus libros le debo por cierto a Díez del Corral no pocos goces intelectuales y muchos descubrimientos al encontrar en sus escritos, junto a sus propias y atractivas interpretaciones, el meollo, bien digerido, y expuesto, de cuanto dijeron los demás pensadores acerca de las cuestiones de que trata. Vengo señalando hace tiempo la necesidad actual de que existan grandes sintetizadores -¡no confundirlos con los vulgarizadores ni, aún menos, con los simplificadores!- para que la gran mayoría -o la inmensa minoría, como diría Juan Ramón- pueda asimilar la montaña- ingente de la cultura contepiporánea. Díez del Corral es un paradigma a este respecto.Tocqueville pertenecía, como nuestro Larra, al romanticismo y toda su labor consistió en buscar las condiciones estables de la libertad política. Había asistido a su destrucción por los jacobinos y al sacrificio de su bisabuelo Malesherbes, que tuvo el coraje de defender a Luis XVI en su injusto proceso, el cual. llevaría sucesivamente a defensor y defendido a la guillotina. Su padre, el conde de Tocqueville, estuvo también en prisión y salvó su cabeza gracias a los acontecimientos de Thermidor que acabaron con el Terror. Una experiencia vital que le hizo ver a Tocqueville, Sin ingenuidad ni utopías, que la libertad tiene sus exigencias para existir. "Toda su obra es", dice el italiano Lamberti, citado por Diez del Corral, "un inmenso esfuerzo para transponer a la democracia, y en beneficio de ésta, los valores aristocráticos y, en primer lugar, el gusto por la excelencia humana, el respeto mutuo y la audaz. afirmación de la independencia personal, que constituyen para Tocqueville, como para Chatéaubriand, la esencia de la libertad aristocrática. No se entienda esto como una proposición de retorno al antiguo régimen. Lo mismo lo declaró finiquitado: "Formamos parte de un mundo que se va. Una vieja familia, en una vieja mansión de los padres, rodeada aún de un respeto tradicional y de recuerdos queridos no sólo para ella, sino también para la gente de su alrededor, no son más que restos de una sociedad que se está convirtiendo en polvo y que muy pronto no dejará huellas".

Un hombre, pues, que lanzaba su mirada sin dificultad a ambos lados de su tiempo: con cierta ternura al antiguo régimen y con esperanza, no exenta de temor, a la nueva sociedad que emergía en el horizonte. No siempre ocurre esto, y muy bien pudiera escribirse la historia de lálitimanidad al hilo de cómo sintieron el tiempo las gentes de cada época. Es muy decisivo y está lleno de consecuencias hacia donde se vuelva la atención de cada cual, si al pasado al presente o al. porvenir. No se trata de una cuestión de edad, aunque los jóvenes, naturalmente, desdeñen el pasado, al que irán, sin embargo estiman do con los años. Se trata de un modo de ser. Se puede tener nostalgia, orgullo o desprecio del pasado felicidad o desesperación en el presente y esperanza o temor al futuro, pero siempre predomina alguno de esos tiempos del tiempo. Tocquevi¡le, cómo buen romántico tres años antes de emprender con su hermano un viaje a Grecia había muerto allí heroicamente lord Byron, y -cinco habían transcurrido desde la de Shelley, ahogado por naufragio en aguas de¡ -mar Tirreno"-, sólo creía en el inmenso infinito. Así suele ocurrir cuando la estructura social se derrumba y no cabe más que la esperanza de que el porvemir nos traiga un mundo nuevo y una nueva revelación.

El hombre es esclavo, del tiempoTenemos las horas contadas y, sin embargo, las perdemos a veces. ¿En qué guarida se esconde o quién se lleva ese tiempo que uno pierde? Pues la verdad es que el tiempo está muy mal repartido y hay gentes abrumadas y otras, en cambio, con mucho tiempo, la mayor riqueza en la tierra. El sentimiento del tiempo, el sabor del tiempo en cada persona es una de las grandes claves para entenderla. A unos, el tiempo les iabe a mar: lo ven, desde la orilla de su vida cotidiana, detenido, inmóvil, como un mar tranquilo en días de bonanza. Per o de pronto su ritmo varía y, como se encrespa el mar, el tiempo se acelerados tiempos se agitan y los hombres se sienten como náufragos arrastrados hacia las simas del tiempo que son los grandes cambios históricos. Otros lo ven como un sólido, que a veces estalla hecho afticos y obliga a los supervivientes a ir recogiendo las cuentas del tiempo hasta. recomponerlo, como haríamos con los resto de un edificio después del huracán. Frente a tanta incertidumbre, el hombre ha intentado domar el tiempo"con la cronología: eras, siglos, épocas, ciclos, períodos, décadas, coluros, idus y epactas son nombres tranquilizadores que damos alas travesuras, tantas veces trágicas, del tiempo. Y el eterno retorno, tan caro al pensamiento griego, que seria la gran sumisión del tiempo, significa una visión horrenda de la existéncia humana, obligada a repetir, sin saberlo, todas las etapas de la vida en perpetuo adanismo.

Tocqueville, romántico, es decir, hombre de su tiempo, no, aceptaba, como Montesquieu, que la gloria puede contribuir tanto como la libertad a la felicidad". La gloria es la plenitud del presente. Mas para Tocqueville, alerta al futuro, "nunca la gloria puede reemplazar a la libertad -nos dice Diez del Corral-, y en vez de gloire hablará de grandeur y de dignité" democracia era para él el vehículo necesario, pero no suficiente, para la libertad. También Larra, pocos meses antes de su suicidio, que es el vano y sangriento ademán para aniquilar el tiempo, manifestaba su lancinante contradicción entre sus claros y valientes sentimientos liberales y su temperamento aristocrático, "que deja la igualdad para la otra vida, porque en ésta no la vemos tan clara como la quieren suponer".

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