El Parlamento polaco aprobó el Gobierno no comunista
Con las manos alzadas y la V de victoria, hecha con los dedos, acogió ayer el primer ministro polaco, Tadeusz Mazowiecki, la aprobación por el Parlamento de su Gobierno, el primer Gabinete no comunista que tiene Polonia desde la II Guerra Mundial. De esta forma empieza lo que el propio Mazowiecki calificó de "una nueva página en la historia de Polonia", que significa la transición al modelo económico occidental y la plena democracia parlamentaria.
El nuevo Ejecutivo polaco, integrado por 24 ministros -12, incluido Mazowiecki, de Solidaridad; 4, del Partido Campesino Unificado, 3, del Partido Democrático; un independiente sin partido, y 4 comunistas, en carteras de importancia estratégica fue aprobado ayer a las 14.27 horas, casi unánimamente, por 402 votos a favor y tan sólo tres abstenciones. Estas correspondieron a diputados del Partido Campesino, descontentos con el ministro de Agricultura elegido por Mazowiecki. Todos los diputados, incluidos los comunistas, levantados en pie brindaron a Mazowiecki una ovación de medio minuto, detalle que denota las esperarizas de todos los polacos en el éxito del nuevo Gobierno, considerado como el Gabinete de la última esperanza.El jefe parlamentario del Partido Comunista (POUP), Marian Orzechowski, anunció que su organización no pasará a la oposición, pero sí defenderá los derechos de los obreros y criticó, de forma velada, el liberalismo económico y las reprivatizaciones que propone el Gabinete de Mazowiecki. Según Orzechowski "el socialismo en Polonia no ha pasado a la historia".
Mazowiecki, aparte de presentar ayer su Gabinete, trazó las líneas maestras del programa que tiene por objeto sacar a Polonia del colapso económico y conducirla al mismo tiempo hacia las plenas libertades políticas.
"Polonia sólo puede ser levantada por una sociedad de hombres libres y con un Gobierno que cuente con la confianza de la mayoría decidida de los polacos", dijo Mazowiecki ante la Dieta (Parlamento). "Los polacos deben abrir hoy una nueva página de su historia", añadió Mazowiecki, destacando que sus compatriotas querían vivir dignamente en un Estado democrático y soberano, en un país de economía sana, abierto a Europa y al mundo". "Confío en que Dios nos ayude a marcar un gran paso en el camino que se abre ante nosotros", exclamó Mazowiecki al terminar su intervención.
Gran parte del discurso de investidura lo consagró el primer ministro a los problemas económicos. La actual situación la calificó de un "drarna". Sin la reforma y la mejora de la economía, según el nuevo primer ministro, "se van a hundir también las reformas políticas.
La inflación, primer problema
Mazowiecki señaló que el nivel de la vida de los polacos es ahora inferior al de hace diez años, mientras la producción industrial va bajando. Como objetivo económico a largo plazo Mazowiecki señaló "la economía de mercado, conocida de los países industrializados" que "a lo mejor no es ideal", pero sí ofrece la oportunidad de salir de la crisis".
Como principal problema a solucionar a corto plazo, Mazowiecki considera la inflación, cuya tasa en los últimos dos meses se ha cifrado en un 90%. Si las cosas no cambian, advirtió Mazowiecki, podemos contar con una tasa anual de inflación de 4.000% en 1990. La contención de la inflación requerirá duras medidas económicas las cuales, no ocultó Mazowiecki, suponen un elevado coste social. Mazowiecki no excluyó cierres de empresas no rentables y la aparición del desempleo, problemas que sólo podrán paliarse parcialmente ya que unas prestaciones sociales demasiado desarrolladas provocarían, otra vez, el aumento de la inflación.
Mazowiecki no ocultó que en su afán reformista Polonia quiere contar con la ayuda occidental, no sólo bajo la forma de créditos, sino, sobre todo, de inversión extranjera. El primer ministro polaco pidió al Fondo Monetario Internacional, "a los Gobiernos amigos" y también a la banca privada, una postura benevolente hacia Polonia. Según Mazowiecki, el país intentará abrirse más a la Comunidad Europea y Estados Unidos e insistió en que tal apertura y la superación de la crisis económica eran imposibles sin la comprensión de la situación de su país por parte de Occidente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.