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Benyedid destituye a su primer ministro por inmovilista

Argelia atravesó el pasado fin de semana su más grave crisis política desde los sangrientos disturbios juveniles del pasado octubre y el comienzo del proceso de reformas democráticas desencadenado por aquella explosión de descontento. En la tarde del sábado, el presidente Chadli Benyedid destituyó al primer ministro, Kasdi Merbah, al que reprochaba haberse convertido en un freno a la transformación del país. Merbah se negó inicialmente a aceptar su destitución, y durante unas horas ambos hombres sostuvieron un durísimo pulso político. Finalmente, Merbah se resignó a ceder su puesto a Mulud Hanruche.

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En los últimos días, personas próximas a Benyedid habían hecho saber que el presidente estaba muy descontento por la lentitud con que se están desarrollando las reformas políticas y económicas que él mismo prometió al país como único modo de detener la revuelta de la sémola de octubre de 1988.En opinión de Benyedid, el Gobierno de Kasdi Merbah no estaba cumpliendo la misión que le había sido encomendada: convertirse en el motor del cambio contra el inmovilismo del Frente de Liberación Nacional (FLN), que durante más de cinco lustros ha sido partido único en el país magrebí. En la tarde del sábado, Benyedid tradujo ese descontento en una fulminante defenestración de Merbah, al que en noviembre de 1988 había encargado formar Gobierno e impulsar la democratización del país. Según el presidente, Merbah, un ex coronel que dirigió los servicios secretos en la época de Bumedian, un hombre de hierro fiel a la tradición más ortodoxa del FLN, se había revelado incapaz de lanzar la democratización.

Grave desacuerdo

El pasado mayo, los sectores mejor informados de la opinión pública argelina habían sabido de la existencia de un grave desacuerdo entre el jefe del Estado y el del Gobierno. Benyedid había acogido muy mal la censura gubernamental de un artículo escrito en el semanario Algerie-Actualité por un periodista próximo a sus ideales reformistas.

Más recientemente, Benyedid había revelado su inquietud por la lenta marcha de la legalización de los partidos políticos consagrada por la reforma constitucional del pasado febrero y regulada por ley el pasa do julio. De las 30 organizaciones políticas surgidas en Argelia en el último año, sólo seis han presentado su demanda de legalización y sólo una, los socialdemócratas, este mes, ha obtenido la luz verde gubernamental. A la presidencia tampoco le eran gratas las restricciones a las libertades contenidas en la ley electoral y en la de Prensa aprobadas este verano por el Parlamento, a propuesta del Gobierno de Merbah.

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La economía argelina, cuya mejora era otra de las tareas encomendadas por Benyedid a Merbah y su equipo, sigue siendo alarmante. La inflación, la diferencia entre el cambio oficial del dinar y el negro, la escasez de agua y de productos básicos de consumo y la falta de viviendas populares, están igual o peor que el otoño pasado, cuando las estrecheces del sistema socialista y la falta de libertades del régimen de partido único sacaron a decenas de miles de jóvenes a la calle y les llevaron a enfrentarse a pedradas con el ejército.

Al conocer el sábado su dimisión, Merbah se negó a aceptarla y sostuvo un duro intercambio de palabras con Benyedid. Merbah declaró ayer a la agencia France Presse en Argel que, de acuerdo con las últimas reformas constitucionales, su Gobierno sólo era responsable ante el Parlamento y sólo podía ser disuelto por una moción de censura de esa Cámara, compuesta en su totalidad por viejos militantes del FLN. ["No deseaba permanecer contra la voluntad del presidente Benyedid, simplemente pretendía exponer un problema constitucional", afirma Merbah.]

La presidencia de la República argüía, por su parte, que del mismo modo que nombró jefe de Gobierno a Merbah, podía destituirle. Durante unas horas, hasta la madrugada del domingo, Argelia vivió una dramática situación de enfrentamiento de poderes. Al final, Merbah terminó dando su brazo a torcer.

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