Se acabó la aventura
V. S. Ya terminaron las aventuras de fugitivos que escapaban ilegalmente por la frontera verde hacia Occidente. Terminaron los rasguños, el cansancio y el miedo. Ahora, todos los ciudadanos de la República Democrática Alemana que se encuentran en Hungría dispuestos a dejar para siempre el sistema comunista saben que pueden hacerlo sin riesgos. Terminaron las fugas escondidos en los capós de vehículos y los trucos para no ser vistos ni oídos por la guardia fronteriza húngara; uno de ellos, ponerse calcetines sobre los zapatos para amortiguar el ruido de las pisadas.
Después de las repetidas llamadas por radio, altavoces, rumores y propaganda oral para acudir a registrarse a los refugios de la Cruz Roja, o de los Malteses, y tomar parte en el éxodo masivo hacia la RFA, seguían llegando a los campos Csilleberg y Zugliged, en Budapest, y al de Zanka, cerca del lago Balatón, cientos de ciudadanos de la RDA. En la tarde de ayer, llegaron a Zanka, recinto absolutamente cerrado y que admite sólo a refugiados, un grupo de jóvenes motociclistas alemanes orientales que habían pasado ilegalmente la frontera entre Checoslovaquia y Hungría.
El ánimo en el interior de las gigantescas carpas era de incertidumbre y ansiedad. El tiempo, un otoño adelantado y lluvioso con el frío típico de los países centroeuropeos en esta época, cooperó para una desilusión generalizada que se transformó en festejo en la tarde de ayer, cuando los encargados de la Cruz Roja les tranquilizaron diciéndoles que la salida era inminente.
La mayoría de los refugiados son parejas jóvenes con hijos pequeños aún amedrantados, que no se atreven a hacer declaraciones ni mirar a las cámaras. "Sólo cuando estemos en libertad", dicen. En los alrededores del mismo recinto, custodiado también por voluntarios de la Cruz Roja de la RFA, había cientos de automóviles con matrículas de la RDA aparcados y vacíos. Los ocupantes de otros vehículos, llenos de bultos, pasaban horas observando el lugar sin atreverse a entrar.
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