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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El 'Réquiem'de Berlioz sin tópicos

La plaza Porticada de la capital cántabra registró el lunes una nueva jornada multitudinaria y de éxito sin límites en el Festival Internacional. Tres mil personas ovacionaron al Orfeón Donostiarra y a la Orquesta Nacional, dirigidos por Rafael Frübeck de Burgos después de su interpretación del Réquiem de Berlioz, una de las eclosiones románticas más significativas.Rafael Frübeck de Burgos planteó y resolvió una versión preciosa y además aleccionadora. Desde ella, mejor que desde tanto libro, librillo y librote, se explicó a todos que Héctor Berlioz, sobre ser un genio, dista sustancialmente de la versión caricaturesca trazada por dibujantes y, lo que es peor, por críticos y musicólogos.

Sacan éstos de su viejo arcón los más temibles adjetivos al hablar del Réquiem y otras grandes partituras berliozianas, como si el único propósito del compositor hubiera sido el del estrépito, la innovación instrumental montada al aire o la interpretación de los textos poéticos o litúrgicos de una manera exagerada y con pasión desmedida.

Todo ello es falso y no podía ser de otro modo en quien como el compositor Berlioz circuló con naturalidad y espíritu investigador por los textos de Goethe, William Shakespeare o lord Byron. No lo fue en esa maravilla sensible que es La infancia de Cristo y no lo es tampoco en la misa de difuntos.

Nada de lo escrito por Berlioz puede ser calificado de aparatoso pues su larga intención innovadora obedece a las sugerencias del texto y a la sustancialidad musical con que lo traslada a los pentagramas.

Ideales sonoros

Un creador que a los 10 años de la desaparición de Beethoven impone un nuevo cosmos musical en el que los ideales sonoros, filosóficos y dramáticos abren las puertas de la modernidad para ir más allá del mismo romanticismo.

Ahí está el orden espacial, la coloración instrumental en sus valores expresivos y estructurales o la carga de un humanismo que dará pie, andando el tiempo, a las oleadas corales y a la fascinación tímbrica de un Stravinski o un Penderecki.

La veracidad artística, cargada de íntimos rincones líricos, contrasta con una dramática asumida y potenciada con claridad en el Réquiem si el director, sin dejarse llevar por lo aparente, sabe penetrar en las más internas galerías.

Esto ha hecho Frübeck de Burgos ahora, con la siempre excelente colaboración del Orfeón Donostiarra, que dirige José Antonio Sainz Alfaro, la muy bella intervención solista del tenor francés Robert Dume y una Orquesta Nacional atenta, bien afinada, y puesta a punto.

Tiene, el maestro burgalés 55 años, propios de una madurez capaz de controlar el menor exceso temperamental. Basta recordar sus versiones del Réquiem de Brahms, el de Verdi o este magnífico de Berlioz, que ha hecho de la del lunes noche grande del 38º festival internacional.

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