La jornada más hermosa
La jornada del martes en el teatro Victoria Eugenía me pareció la más hermosa y significativa de toda la Quincena Musical donostiarra. Volvió otra vez el Retablo de maese Pedro de Falla, Zuloaga, que fuera acontecimiento en 1932 cuando la inauguración del Museo de San Telmo, En el vestíbulo los bocetos del pintor ideados para París, su retrato de don Manuel, los borradores muy adelantados ya, que el músico dedicara a Zuloaga. Y en la escena Cristóbal Halffter, que a la puerta de los 60 años asume la larga herencia de otros mundos y otros ámbitos para revivirla y para extraer sus propias consecuencias.Están claramente perceptibles en sus Tiempos para espacios, homenaje a los pintores Lucio Muñoz, Eduardo Chillida, Eusebio Sempere y Manolo Rivera en sus formas, sus volúmenes, sus líneas y sus espejos. Un grupo instrumental con el clave en primer plano, hablaron claro del enlace de esta obra con el Concierto de Falla interpretado después.
Cristóbal Halffter, por sus años, no conoció a Falla flisicamente, pero lo vivió a través de sus tíos Ernesto y Rodolfo. Si el primero hacía la música de su maestro tal y como fue pensada y sentida, el segundo supo trazar algunos de los análisis más serios que se hayan hecho de una obra tan genial y problemática como el Concierto.
Triunfo doble
El triunfo de Cristóbal Halffter, con la clavecinista polaca Elisabeth Chojnacka y los solistas de la Sinfónica de Euskadi, ha sido doble: hizo un vertebrado y lúcido análisis de la partitura, y a través de él trascendieron sus ricas connotaciones. Todo parecía lógico, natural, equilibrado en los tres tiempos, imágenes de tres aconteceres histórico-musicales: lo popular, lo religioso y lo cortesano.Luego, la obra cervantina que Rodríguez de Aragón y Santo Domingo conciben como dos retablos: uno, dedicado a Zuloaga, con su patio segoviano de los vizcaínos vibrante por la luz de las candelillas; otro, el del carromato de maese Pedro.
Halffter demoró los pasajes de más hondo sentimiento lírico y cuidó mucho de hacer inteligible y determinante el texto. La joven soprano Teresa Verdera, como actriz y como cantante, inauguró su carrera de Trujamán, que podemos augurar larga, sin caer en niñerías monaguiles y, por lo mismo, cargantes. Todo fue idealización, incluso el popularismo estilizado de maese Pedro, subrayado por el tenor Jorge Antón.
A lo largo de las tres obras la intervención de la Ch nacka fue perfecta. De un golpe nos hizo olvidar titubeos y desmanes de tanta versión malandrinesca. El teatro Victoria Eugenla se hizo ovación cerrada y larga. Halffter, el creador y el director, ha demostrado desde el mejor Falla y desde su obra propia que es un músico de elevada categoría y un espíritu capaz de comunicar íntensamente la belleza. A esto se refería sin duda Manuel de Falla cuando hablaba de la "más bella utilidad social del arte" entendido como noble oficio.
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