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Miedo e indignación

La muerte de Conrada Muñoz, madre del funcionario de prisiones Dionisio Bolívar, al explotarle un paquete bomba enviado por ETA el pasado viernes a su hijo, ha sembrado la alarma entre los funcionarios de las cárceles españolas. El temor -"no, temor no, más bien un poco de cosilla, y sobre todo, indignación"- se ha extendido entre un colectivo civil clasificado como "objetivo militar" por ETA. "Y lo peor de todo", afirma uno de los funcionarios consultados, "es que a los etarras no les importa a quién matan, les da igual que sea un niño o quién sea, mandan el paquete sin importarle en qué manos va a caer".Hasta ahora, no habían tenido ningún problema con lacorrespondencia. "Las cosas han cambiado", comenta P. L. , de 37 años, uno de los 120 funcionarios de la prisión provincial de Granada, donde están internados dos activistas de ETA. "Todos hemos recibido órdenes de no tocar ninguna carta sospechosa, de dejarla incluso en el buzón si tiene algo raro", añade. Todos han advertido a sus familias que "no se les ocurra coger nada".

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Relación correcta

La muerte de Conrada Muñoz ha ocasionado que los 11.000 funcionarios repartidos en las 82 prisiones españolas se rebelen ante la Administración. Una reivindicación: mayores medidas de seguridad; que se aplique la política de dispersión de etarras -"porque se ha demostrado que esa iniciativa les ha hecho daño"-, pero con personal especializado.

La relación entre funcionarios y etarras en las cárceles españolas suele ser, según apuntan los primeros, "cordial, correcta". En la mayoría de los casos, los terroristas "se muestran como individuos educados". Lo que les distingue es que "nunca quieren mezclarse con los presos comunes, permanecen aislados y no tienen mucho contacto con nadie". Cuando se comete un atentado, "golpean las puertas de las celdas durante un buen rato, en señal como de alegría", asegura un funcionario. "Eso fue lo que hicieron en Sevilla II el día del atentado en Granada".

"Estamos pagando los más inocentes", afirma Dionisio Bolívar, de 25 años, el hijo de la rnujer asesinada por ETA. "No podemos defendernos. ¡Si ni siquiera llevamos porras!". Bolívar mantenía una relación correcta con los reclusos etarras en la prisión de Salto del Negro, en Las Palmas de Gran Canaria, donde está destinado. "Yo a veces le preguntaba a uno que por qué matan a sangre fría, cuando eso se puede solucionar de mil formas. Pero él no parecía comprender, lo único que decía es que se trata de una guerra y que nosotros somos mercenarios del Gobierno. Por eso nunca piensan en quién cae, sencillamente, no les importa quién muere. Ahora se les ha metido en la cabeza que nosotros somos su objetivo".

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