Una generación de soldados
Muy pocos ignorarán que ahora hace 20 años que los soldados británicos fueron enviados a Irlanda del Norte, en un despliegue que todavía continúa sin que se vislumbre ningún final. Veinte años es el doble del período agregado de las dos guerras mundiales. Es cierto que la intensidad de las operaciones y los peligros no se pueden comparar con una guerra total. El soldado de 19 años destinado a Irlanda del Norte en 1969 se aproxima ahora a los 40 años, probablemente es un experimentado oficial y quizás le falte un año para retirarse con una pensión. El joven de 19 años que sirvió con las fuerzas británicas en 1940 sólo tenía 24 años cuando terminó la II Guerra Mundial. Irlanda del Norte se ha convertido casi en un sistema de vida para una generación entera de soldados británicos.Sentado, como yo estaba, en la oficina del general jefe del Alto Estado Mayor, había un ambiente casi de irrealidad mientras los sucesos desarrollados en la primavera y el verano de 1969 ¿Ibamos a desplegar las tropas para mantener el orden en las calles de una ciudad del Reino Unido?. El Ejército tenía una considerable experiencia en operaciones contrarevolucionarias en lejanas partes del viejo imperio pero esto era muy diferente.
Cuando hay algo real, cada soldado desea probar la experiencia. Atado a una mesa deWhitehall [la sede de los Ministerios británicos], yo estaba seguro de que los problemas se resolverían mucho antes de que tuviera ocasión de tomar parte. ¡Que disparatada me pareció esa idea cuando empecé mi primera visita a la provincia en agosto de 1971 y cuanto más disparatada me parece hoy!
Hay que reconcer que la situación ha cambiado mucho en estos 20 años. En 1971 era muy duro recordar que el Ejército fue desplegado para proteger a la comunidad católica, que recibió a los soldados con tazas de té. Los sucesos de 1969 y 1970 fueron se guidos de batallas ' callejeras en los comienzos de los 70 y con el aumento de expertos francotira dores en los finales de los setenta y los ochenta. Quizás hoy haya menos incidentes armados de los que había en los tensos días des de 1971 a mediados de 1973 pero, con una experiencia de 20 años, la oposición está muy pro fesionalizada, y el soldado debe estar preparado para sufrir un ataque cada vez que sale a patrullar.
La posibilidad de que haya bajas está siempre presente. El trabajo del soldado en Irlandadel Norte inevitablemente supone tomar riesgos. Sería una locura pretender que fuera de otra manera. Lo que importa es que los riesgos asumidos sean riesgos calculados. Y aquí es donde los oficiales se ganan su paga y donde su experiencia y criterios son vitales. El hecho de una baja no es una indicación que alguien se haya equivocado. El soldado aprende muy rápidamente que sus posibilidad de resultar herido son muy pequeñas y, con muy pocas excepciones, también sabe que puede s-aperar sus temores.
Mutua confianza
El soldado nunca debe perder ese pinchazo en la nuca, o el más ligero sudor de las palmas de las manos cuando está de patrulla. Pero siempre sabe que está con amigos y que ellos confían en él, lo mismo que él en ellos. Es en esa mutua confianza en la que se se basa la alta moral de los soldaos y, en mi experiencia, la moral nunca ha estado tan alta como durante una gira por Irlanda del Norte. Esto a veces sorprende a los civiles. Veinte años no son sólo una generación desoldados; suponen también una generación de irlandeses. El niño de cinco años que vio llegar a las tropas en 1969 tiene ahora 25, está casado y tiene su propia familia. Pero él nunca puede recordar las calles sin la presencia del pistolero y del soldado, el coche de control, y el coche-bomba. Esos son normalidades.
Yo admito que soy imparcial, pero no puedo pensar de ningún otro Ejército que hubiera mejorado el récord del Ejército británico en Irlanda del Norte.
¿Qué ha hecho Irlanda del Norte por el Ejército británico? Hay dudas de que la presencia, o incluso -la amenaza, de balas sobre la cabeza de uno, asegure un alto grado de profesionalidad. Como mostró el comportamiento de aquellos que fueron a las Malvinas en 1982, la experiencia adquirida en las operaciones de baja intensidad como las de Irlanda del Norte tiene un valor incalculable. La primera pregunta que cada soldado se hace es ¿cómo reaccionaré cuando lo que suceda sea real? Irlanda del Norte ha permitido que muchos soldados respondan a esa pregunta. Y las respuestas han sido impresionante.
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