Pesados silencios
Un hombre de 47 años se murió de infarto hace unos días en la estación de autobuses de Santiago de Compostela. Junto con su mujer, esperaba el autocar de línea en el que debían regresar a su aldea, en el Ayuntamiento de Ordes, a unos 30 kilómetros de Santiago.Volvían a casa, después de que en el hospital provincial de Conxo, de la Diputación, se les dijese que volviesen al día siguiente porque aquel día -25 de julio, Día de la Patria Gallega, según unos; Día Nacional de Galicia, según otros- no podían atenderle. Según su mujer, el hombre iba en muy mal estado, apenas veía y casi no podía caminar. Era un jornalero humilde, con una enfermedad crónica que le impedía trabajar.
Lo ocurrido no ha llamado demasiado la atención. Dos columnas en el periódico local, con las quejas de la esposa, y ninguna declaración, silencio absoluto, por parte de los médicos.
Si en vez de morir de una fórma tan pública, en la estación de autobuses y ante testigos de diversas procedencias, lo hubiera hecho al llegar a su casa, nadie se habría enterado, y seguramente hubiera sido mejor. Porque unos silencios pesan más que otros, pero aquí, en Galicia, todos los silencios pesan un mundo.
La Xunta de Galicia podría seguir adelante -y de paso oféndiendo impunemente a muchos gallegos- con su publicidad abracadabrante sobre "tempos mellores" y objetivos por cumplir. Hacen bien; total, no se va a acabar el mundo por el simple y mero hecho de que un hombre se muera por falta de asistencia médica, aunque ese hecho, tan intrascendente por otra parte, ocurra en 1989 y en un país tan europeo como el nuestro. Ni se acaba el mundo ni, seguramente, se pierden unas elecciones. Qué asco.-
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