Sandor Vegh y Claudio Abbado, entre Mozart y Beethoven
Las matinées mozartianas siguen siendo el auténtico tesoro de los festivales de Salzlburgo. Sobre todo, si es Sandor Vegh quien di rige la Camerata Academica del Mozarteum y nos hace respirar el amor a la música de Mozart. Hace más de 10 años que Vegh, como un orfebre, trabaja con esta orquesta que es oro puro musical. El maestro Vegh nació en 1912. Ha actuado -y sigue haciéndolo- como violinista en orquestas de cámara. Cuando dirige, no pretende ser una estrella del atril y de la batuta, sino un amante de la melodía en el mejor sentido de la palabra. Así, la marcha de introducción del amable divertimento G-Dur KV 63, una melodía que compuso Mozart a sus 13 años para ser interpretada al aire libre -probablemente para la celebración del final de curso de los estudiantes de Salzburgo-, dejó patente el genuino contenido de esa música, el discurso tonal de Mozart, que revive la atmósfera mágica de la vida musical de esta ciudad en 1770.
"Yo no me limito a interpretar música de Mozart... Mozart me posee, e invade mi ser y mi espíritu", dice Sandor Vegh, contemporáneo de Pablo Casals. Vegh ha encontrado a su edad una tarea que le entusiasma y que entusiasma: enseñar a los jóvenes que estudian música. La Camerata de Salzburgo es un producto de esta labor. La fuerza de la interpretación de Mozart que hace Vegh reside ante todo en la claridad y naturalidad de la estructuración melódica y en la articulación musical producida por una vivencia fuera de lo común. Estas cualidades se aprecian en Kons tanze Eickhorst, que ofreció una interpretación del concierto A Dur KV 414, de Mozart, viva e inteligentemente fraseada, marcando el ritmo en los puntos pre cisos, sobre todo eti la frase melódica final.
El divertimento de Mozart D Dur KV 136 y la llamada Primera serenata nocturna F-Dur KV 247 cerraron la matinée. Hubo frag mentos de arrebatadora riqueza formal, animados por un optimismo fuerte y rebosante. Sandor Vegh deja que su orquesta haga música; hace que cada melodía se oiga de manera relevante; modela con plasticidad la estructura de la música de Mozart y es capaz de susurrar, halagar sobresaltar y sorprender repentinamente con ella. No logra sólo un sonido agradable; mediante la brillantez de la orquesta, consi gue la sintonización de las voces instrumentales, a las que también algunas veces les permite resonar roncamente. Ningún detalle ni ninguna nota pierden relieve. Lo que debería ser el primer axioma para los músicos en todos los tiempos, es cada vez me nos evidente para los músicos de hoy, ya que con demasiada frecuencia ofrecen solamente el so nido perfecto y el virtuosismo.
"Pastoral"
En la misma tarde, el segundo concierto del festival ofreció cómo final la sinfonía Pastoral, de Beethoven, a cargo de la Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Claudio Abbado. La interpretación mostró, junto con muchas bellezas orquestales, todas las deficiencias actuales. Faltó a la interpretación, lo que caracteriza la música de Vegh, el sentimiento que debe caracterizar la alegría campestre, y lo que debía tener un matiz de relajamiento consciente asumio un tono de impaciente mal humor. La escena de la tempestad resultó demasiado teatral. El sonido de la orquesta, en el que se advirtieron determinados desniveles de sintonía, no quedó suficientemente reflejada en las voces, tratadas de forma demasiado enfática. Quedó patente que Abbado y la Filarmónica de Viena pueden interpretar también de otra manera, cuando responden al desafio de una partitura más moderna y no demasiado trillada Esto se apreció en las Canciones del cuerno mágico, de Mahler, que sólo se escuchan las raras veces en que las orquestas ofrecen programas de ciclos históricos, que constan de 12 partes.
El refinamiento del lenguaje orquestal de Mahler, su rica y dinámica filigrana, fueron un éxito. Contribuyeron a ello dos solistas tan experimentados como Jessye Norman y Thomas Hampson. La canción Donde suenan la bellas trompetas fue el punto culminante de la lección de Hampson. El barítono consiguió expresar el tono penetrante de las ambivalentes Canciones del soldado, que invierten el sentido de las marchas y transforman su carácter de afirmación en un clamor contra la guerra.
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