Ajuste y elecciones
EL GOBIERNO ha elaborado un cuadro económico que deberá servir de base para la discusión del presupuesto de 1990. De manera general, el cuadro prevé una desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía, que pasará de un 4,6%. este año a un 4% en 1990; el descenso será mucho más pronunciado en el renglón correspondiente a la demanda interna de la economía, puesto que el crecimiento del 6,9% previsto para 1989 se transformará en un 5,2% el año que viene. Los datos elaborados prevén una caída de la tasa de inflación que, en promedio, debería reducirse un punto (un 5% en vez del 6% correspondiente, según las previsiones oficiales, a 1989) y un aumento de la participación de los salarios en la renta nacional.-A primera vista, el Gobierno apuesta por una reducción suave de los desequifibrios de la economía que pern-úta un crecimiento del empleo, que, si bien más reducido que el de los últimos años, será todavía considerable, ya que el número de puestos de trabajo netos creados debería superar ligeramente los 250.000.
Los problemas se complican, sin embargo, cuando se llega al apartado de las cifras previstas para el sector exterior. El déficit por cuenta corriente se situará este año, siempre según las previsiones del Gobierno, en 1,26 billones de pesetas, para alcanzar casi dos billones en 1990, correspondiente a algo menos del 4% del producto interior bruto (PIB). La magnitud de las cifras propuestas plantea algunas cuestiones que, de momento, no parecen tener fácil respuesta. La primera de ellas consiste en saber si el Gobierno piensa realmente que la economía española puede permitirseunos desequilibrios de la envergadura de los que proponen sus expertos; un déficit por cuenta corriente del 4% del PIB equivale al registrado en 1976, es decir, el más alto de nuestra historia reciente. La diferencia con aquel año es que el déficit de entonces tuvo mucho que ver con el deterioro de la relación real de intercambio provocado por el alza de los precios del petróleo, mientras que en 1990 el déficit se deberá esencialmente a la presión de la demanda interna y tendrá lugar tras una serie de años en los que los precios de los productos exportados han crecido por encima de los correspondientes a los importados. Todo lo cual no hace sino reforzar la precariedad de una situación que en los últimos tiempos ha sido objeto de declaraciones oficiales contradictorias.
Para financiar ese desequilibrio será preciso recurrir al endeudamiento en los mercados internacionales. De momento disponemos de reservas de divisas, pero no darán para mucho si la situación se deteriora al ritmo previsto por el Gobierno en sus cuadros macroeconómicos. Desde esta perspectiva, la situación no es muy distinta de la que tuvo lugar en Estados Unidos bajo el mandato de Reagan: el dólar sobrevalorado y el crecimiento de la economía norteamericana provocaron un fuerte desequilibrio exterior, que aún dura. Estados Unidos ha pasado en estos años de ser el principal acreedor a ser el principal deudor del mundo.
Es evidente que la economía española no podrá sorportar mucho tiempo un desequilibrio como el que proponen las cifras avanzadas; la cuestión que se plantea no es la de saber si las medidas que se han adoptado serán suficientes para restablecer el equilibrio de la economía; de manera implícita, el cuadro presentado responde negativamente a esta pregunta. El problema consiste en saber cuándo y cómo se Hevará a cabo el ajuste que requiere el deterioro del sector exterior; se trata de una cuestión directamente relacionada con la convocatoria de elecciones legislativas, sobre la que aparentemente el presidente del Gobierno ha decidido reflexionar a lo largo del mes de agosto en el parque nacional de Doñana.
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